Quien tenga la respuesta acertada a esta pregunta, pertenece a un grupo muy exclusivo, a una minoría privilegiada, porque el pronóstico del precio del petróleo es la variable más importante para el desenvolvimiento de esta poderosa industria; ya que el mismo traza la ruta para que quienes dirigen este negocio puedan planificar con éxito las estrategias de exploración y producción.
El precio de petróleo a futuro le permite a los hombres que manejan este negocio visualizar las oportunidades para las inversiones de capital con un grado de certidumbre sobre su rentabilidad. Si esta variable es tan importante -la más importante para la planificación del rumbo de la industria-, por qué las predicciones del precio a futuro de los hidrocarburos son tan poco confiables y varían casi que caprichosamente y sin control. Los analistas más acuciosos reconocen que la tendencia a la baja del precio del oro negro, genera pesimismo en el mercado de capitales, por lo que es vital tener una visión lo más realista posible con respecto a su evolución y su tendencia.
La debilidad de los pronósticos del precio del crudo a largo plazo, se ha debido a que “las teorías erradas y los malos modelos, producen predicciones inexactas”; de allí que los analistas más calificados siempre hablaron de un aumento gradual del precio, totalmente contrario a lo que sucedió en la realidad, cuando a mediados del 2014 se produjo una caída brusca y dramática de la cotización del crudo. Esta situación sorprendió al mundo entero y los desprevenidos ejecutivos petroleros se dieron cuenta de que los datos sobre las operaciones a nivel mundial, con los que alimentaron los modelos para predecir el desarrollo del negocio resultaron ser falsos.
En estos tiempos, que ha surgido un imprevisto de dimensiones catastróficas, el COVID-19, que ha llevado a un descalabro sin precedentes a la actividad económica, el pronóstico más inmediato indica que todo va a cambiar sobre la faz de la tierra y que ya nada va a volver a ser igual.
Para hacerle frente a esta realidad y paliar sus efectos negativos, la industria petrolera ha recurrido a lo que tradicionalmente ha sido una práctica en la actividad comercial, que es la reducción de las inversiones y los gastos; lo cual siempre impacta “brutalmente” el nivel de empleo y hoy se cuentan por cientos de miles los ejecutivos, profesionales y técnicos de la industria petrolera mundial que deambulan sin empleo … ni trabajo.
Si bien el negocio petrolero está pasando por una situación estructural -de cambio radical de la forma cómo se venía manejando la industria-, la situación del mercado es coyuntural y muy pronto se empezará a ver su recuperación, pues es bien sabido que el comportamiento de la oferta y la demanda es un círculo virtuoso que se repite cada cierto tiempo: Al cerrar la producción se produce un déficit en la oferta, que hace crisis cuando la actividad económica se reactiva y se genera un pico en la demanda de energía. En ese momento -irremediable y afortunadamente-, se incrementan la producción y los precios…. y así sucesivamente. Predicciones de la evolución del mercado petrolero como los de ExxonMobil y BP, que han demostrado un grado aceptable de certidumbre, apuntan a que el crecimiento demográfico y el aumento sostenido del nivel de vida de la población, coadyuvarán también a la demanda sostenida del consumo de energía y que los combustibles fósiles van continuar aportando el mayor porcentaje de ese crecimiento.
El sentido común y la lógica elemental obligan a los dirigentes de la industria petrolera a pensar muy bien y actuar responsablemente a la hora de reducir costos, y tienen que tratar de impactar en el menor grado posible el nivel de empleo, pues ese personal especializado y con experiencia es el que van a necesitar a muy corto plazo, para el aumento de la producción de hidrocarburos que se ve venir.