
Manuel Malaver
No dialogar cuando se tiene fuerza- o se es más o menos fuerte-, es una prueba de arrogancia que generalmente concluye en una derrota fatal. Principio de política que ya había dilucidado SunTzú en el “Arte de la Guerra”, y que Maquiavelo no olvida aconsejar al “Príncipe” en su irreemplazable tratado. Creo que Maduro, de haber tenido a su lado alguien que hubiese leído a Sun Tzú y/o a Maquiavelo, le habría recomendado horas después de su victoria del 8 de diciembre pasado, llamar a un urgente diálogo a la oposición, que no solo contribuiría a acelerar la división que ya crujía en su seno de ésta, sino a fortalecerlo a él mismo con miras a barrer en las elecciones parlamentarias del 2015.
El presidente, por el contrario (sin duda que asesorado por el G-2 cubano), pensó que había sonado la hora del remate y se dio a aplastar lo que quedaba de libertad de expresión, no introdujo cambios en la política económica que ya nos acercaba a la hambruna y empezó a reprimir sin piedad cualquier grito o crítica que se oyera a su lado.
Surgieron las manifestaciones de un grupo de estudiantes en San Cristóbal por denuncias de que agentes de un cuerpo policial habían violado a una alumna y el todopoderoso y arrogante, Maduro, no les respondió, sino, con balas, perdigones y gas del bueno.
Un mes en el cual Maduro dilapidó la victoria del 8-D reprimiendo a los estudiantes de San Cristóbal, Mérida, Maracaibo, Barquisimeto, Valencia, Maracay, Caracas y de todo el país, como el G-2 reprime a las “Damas de Blanco” y sin darse cuenta que, como un tsunami, la protesta popular culminaría aplicándole la primera gran derrota de su vida.
¿Qué le cabe ahora cuando se es muy débil y ya es el mundo quien lo presióna a negociar? Pues, mendigar el diálogo y ya veremos si la oposición se apiada y se lo da.
Analista político / Periodista