Tengo que hablarles de una de las personas más exitosas que conozco. Para eso tengo que remontarme a 1979 en Lima, Perú́. Yo tenía 6 años cuando recibimos una noticia que cambió la vida de mi familia. Miguel, mi hermano, había tenido un accidente. El tenía 17 años.
Un par de colegas de Miguel de la Escuela de cadetes de Marina del Perú, lo agarraron por la espalda y lo lanzaron a una fosa. Para fatal suerte de mi hermano había mucha menos agua que lo que parecía. Miguel se partió́ la columna a la altura del cuello y el resultado fue parálisis del cuello para abajo. Mis padres se marcharon con él a Houston y nos dejaron con la abuela. Nos visitaban a menudo, pero no existía email y nos comunicábamos por carta y por costosas llamadas telefónicas internacionales.
Pasó casi un año hasta que pudimos viajar a Houston. Recuerdo como si fuera ayer entrar por la puerta de aquel departamento. Encontramos a Miguel sentado en su silla de ruedas. No sé muy bien lo que sentí́ al verlo ahí́, lo que sí recuerdo es que mi hermano Gino y yo corrimos a abrazarlo.
Por la juventud de Miguel lo normal hubiese sido que su vida se hubiera convertido en un gigantesco, tormentoso y oscuro símbolo de interrogación de dudas y temor. Tuvo que soportar el dolor físico de meses de terapia postrado en una cama tras varias operaciones y una larga rehabilitación. No sé́ qué pasó por la mente de mi hermano, si estuvo deprimido, cuánto lloró o cuánto miedo tuvo. No puedo imaginar la sensación de no sentir gran parte de su cuerpo y la ansiedad ante un futuro incierto, pero al ponerme en sus zapatos, yo hubiera sentido terror, hubiera gritado e insultado al mundo por mi desgracia.
No sé qué hizo Miguel para convertirse en lo que es ahora; un ser pleno que irradia paz, un profesional totalmente independiente con dos carreras y una maestría y un hombre feliz embarcado en un matrimonio desde hace casi treinta años. Y por encima de todo, es un hombre agradecido con Dios. Comprenderán que, para mí, Miguel es un hombre exitoso. El humor es una de sus herramientas de vida que está llena de historias.
Miguel vivió́ durante años en la residencia de estudiantes de la Universidad de Houston. En aquel entonces los celulares no existían. Un domingo había quedado en casa de amigos para ver un partido de la NFL. Aunque ese día había amanecido lluvioso, aparcó en un estacionamiento sin techo. Se disponía a pasar de la silla al auto cuando resbaló perdiendo el equilibrio y cayendo al suelo mientras observaba cómo su silla se alejaba rodando lentamente.
Al verse allí, sin poder moverse, empezó́ a gritar “Help” sin éxito. Viendo que el estacionamiento estaba desierto, a los 15 minutos desistió́. Su último esfuerzo consistió́ en alcanzar el six pack de cervezas que traía consigo. Alcanzó el cojín de su silla para hacer la espera más cómoda y le dio un sorbo a la primera lata. “¿Por qué́ íbamos a dejar que empezaran a calentarse?” cuenta con una sonrisa. A la hora y media llegó el “buen samaritano” que lo encontró́ tirado en el piso, empapado y muerto de risa rodeado de seis latas vacías de cerveza. “Me perdí́ el partido, pero nadie me quitó estas”, dijo. Cada vez que me pasa algo “malo” y me quejo, me acuerdo de mi hermano y me muerdo los labios.
Miguel es mi gran ejemplo de perseverancia, coraje, esfuerzo y de superación constante de paciencia y actitud ante la adversidad. Él me ha enseñado que cada uno de nosotros es responsable de cómo vive su vida independientemente de lo que la vida te ponga enfrente, además, tiene una actitud positiva que le ayuda a conseguir lo que parece imposible. Para contarles porqué, tengo que remontarme al 2015 cuando a Miguel le quedaban 345 días para retirarse de la Universidad de Texas.
Pero la noche del 31 de diciembre todos notamos que Miguel empezó a comportarse de manera extraña. Tras varias pruebas le diagnostican un tumor en el cerebro localizado sobre el nervio óptico y debía operarse de urgencia. Todos nos preocupamos. ¿Cuáles son las probabilidades de que una misma persona sufra estas dos calamidades durante una misma vida? La vida es injusta.
Tras horas en el quirófano, una operación complejísima a cráneo abierto, la extracción de un tumor del tamaño de una bola de golf y una larga recuperación en la que tuvo que reaprender muchas cosas, a los 6 meses mi hermano estaba sentado de nuevo en su despacho de la Universidad de Austin. Como el tumor dejó un extraño vacio dentro de su cráneo, le gusta resumir su odisea diciendo “siempre he sabido que era un poco cabeza hueca”.
Él me ha enseñado que una buena actitud es imprescindible para ser feliz y que reírnos de nosotros mismos y de nuestros problemas es la más útil de las terapias para combatir el dolor, la frustración, el rechazo y las dificultades.
Cuando pienso en él no puedo evitar reírme de la vida y pensar que ni mis problemas ni mis tropiezos pueden frustrarme. Sólo me queda decir: Gracias Miguel!
Franco Soldi
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