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Por Fernando Sanchez-Arias (*)
“Quienes lideran organizaciones en la cuarta revolución industrial y la era post-pandémica necesitarán, ahora más que nunca, influir en quienes le rodean de una manera equilibrada en lo intelectual, emocional y conductual”
Una cosa era hablar de VUCA (volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad) y BOCA (fronteras diluidas, sobresaturación de trabajo e información, complejidad y adicción a la tecnología) antes de febrero del 2020 y otras cosas es hablar del efecto de estas dos siglas en medio de la pandemia de COVID-19. Hemos sentido de manera abrupta y avasallante el fuerte golpe de una crisis inesperada y sorpresiva para la cual la humanidad no estaba preparada. Nos ha golpeado en la boca del estómago y nos ha dejado sin aire tanto en lo mental, emocional y corporal como en lo profesional, organizacional y social.
Mucho se predica y pregona de la compasión, la inspiración y la motivación que quienes lideran deben, quieren y necesitan demostrar al servir a las personas que integran sus equipos humanos de trabajo y sus organizaciones. Estoy en total alineación con la necesidad de moverle el alma a la gente, lo veo esencial y estratégico, pero no puede existir por si sola. Debe estar acompañada por conocimientos, habilidades, destrezas, sistemas, procesos, técnicas y herramientas que permitan que el “querer/emocionar” se equilibre con el “saber/pensar” y el “hacer/actuar” de la gente.
Equilibrar lo intelectual, emocional y conductual es esencial tanto personal como profesionalmente. Podemos tener muchos conocimientos, pero al carecer de la motivación y la acción alineada y coordinada, nuestros resultados son limitados en comparación con los que pudiéramos producir sin el balance entre estos tres dominios. Podemos tener muchas ganas, pero si conocimientos y acciones, las ganas son estériles. Podemos tener urgencia para actuar, pero sin saber lo que debe hacerse y el propósito de hacerlo, las acciones pueden representar un grave y grande desperdicio de energía y recursos.
Definimos efectividad como el indicador de desempeño que mostramos cuando logramos lo que esperamos, alcanzando nuestros objetivos, combinando eficacia (lograr lo que se desea) con eficiencia (de la mejor manera y con el mejor uso de recursos). Esta definición de efectividad exige un equilibrio entre lo que logramos y la manera que lo logramos. Si todos, siendo personas saludables, perseguimos ser efectivos en la mayoría de las cosas que deseamos lograr y alcanzar, combinar los tres dominios básicos de la razón, emoción y acción nos permite fluir y generar mejores resultados. ¿Cómo lograrlo?
1. Intelectual: La Fuerza del Pensamiento y la Razón (Saber)
Educar, educar, educar. Ayudar a que la gente aprenda a pensar, aprenda a aprender, aprenda a razonar lógicamente y a crear innovadoramente. Desarrollar el pensamiento crítico, lógico, creativo, abstracto, concreto, lateral y convergente, son funciones cognitivas esenciales que impactan positivamente la capacidad para mejorar resultados.
2. Emocional: La Fuerza de la Emoción (Querer)
Identificar nuestras emociones y regular nuestras reacciones, así como identificar las emociones de los demás y regular nuestras relaciones con las personas que nos rodean son parte de las habilidades emocionales que tanto líderes como personas de un equipo deben demostrar.
3. Corporal: La Fuerza de la Conducta y la Acción (Hacer)
La postura adecuada, el lenguaje corporal positivo, las acciones precisas y oportunas, las tareas realizadas de manera planificada, coordinada y consistente con nuestros valores y objetivos (filosofía, cultura y estrategia), permiten el progresar hacia mejores resultados y más altos niveles de desempeño.
Es en medio de los cambios inesperados y sorpresivos como los actuales que se requiere de auto-líderes (quienes se lideran personalmente) y líderes de equipo (los que se lideran y lideran a otros) que equilibren estos tres dominios: saber, querer y hacer; para que todo lo que se haga, sea que erremos y aprendamos, actuemos y avancemos, o logremos y celebremos, tenga como efecto último el mejoramiento del bienestar de la gente y la sociedad.