AP.- La Iglesia católica de Cuba informó el viernes que el cardenal Jaime Lucas Ortega y Alamino, quien llevó su labor pastoral en medio de las dificultades que el proceso revolucionario cubano impuso a las prácticas religiosas y fue parte de un histórico acercamiento con Estados Unidos, falleció este viernes a los 82 años.
“Es un gran desafío para la iglesia (cubana) quedarse ahora sin el liderazgo de Jaime, que desempeñó un papel muy importante en la renovación de la iglesia cubana, pero yo diría también en la sociedad cubana”, dijo a The Associated Press Enrique Lopez, profesor de Historia de las Religiones en la Universidad de La Habana.
El exarzobispo Ortega fue el intermediario que posibilitó los diálogos entre La Habana y Washington y el reinicio de las relaciones entre ambos países en 2014, luego de que los mandatarios Raúl Castro y Barack Obama pidieran en secreto al papa Francisco ayuda para un acercamiento.
Aunque siempre se habló de la participación de Ortega y la Iglesia Católica en las conversaciones que acabaron con cinco décadas de ruptura diplomática, no fue sino hasta 2017 que se supieron detalles del papel del prelado: llevar cartas secretas de Francisco a las partes, intercambiar sus respuestas y posibilitar el acercamiento, según se reveló en un libro suyo publicado con respaldo del Vaticano
Nacido en la localidad de Jagüey Grande en Matanzas el 18 de octubre de 1936. Ortega era hijo de un obrero azucarero y un ama de casa que padeció muchas enfermedades. Junto con su familia se mudaron a la capital de la provincia cuando éste tenía cinco años. El niño hizo sus estudios primarios para luego graduarse de bachiller en Ciencias y Letras en 1955.
Un año después ingresó en el seminario diocesano San Alberto Magno de los padres de las Misiones Extranjeras de Quebec, Canadá, a donde se trasladó posteriormente. Fue ordenado sacerdote el 2 de agosto de 1964 –la revolución ya había triunfado y los religiosos eran mal vistos– y nombrado vicario cooperador de la ciudad de Cárdenas.
En 1966 su ministerio se interrumpió bruscamente cuando las autoridades cubanas lo enviaron a las UMAP, un campo de trabajo militar en el cual se confinaron a religiosos, homosexuales y cientos de personas disconformes con el proceso revolucionario. Estos centros desaparecieron un año después, pero la marca de este tiempo siempre quedó en el joven sacerdote.
En 1967, Ortega fue nombrado sacerdote de Jagüey Grande y un par de años después fue promovido a la Catedral de Matanzas. Desde entonces mostró un particular interés por las actividades juveniles en la Iglesia y la evangelización en ese sector de la sociedad.
En noviembre de 1994, recibió de Juan Pablo II el título de cardenal, el único en Cuba, cuyo gobierno comunista comenzaba a abrir el espacio a las religiones. Ortega se encontró entonces con otro problema: un crecimiento impresionante de la santería, una tradición sincrética entre el catolicismo y la cultura africana de los esclavos.
Sonriente, recibió a Juan Pablo II en enero de 1998 durante una histórica visita que conjuntó al Pontífice y al entonces presidente Fidel Castro. En varias ocasiones se le mencionó como un posible sucesor del papa polaco.
Ortega se quedó viviendo en antiguo seminario de San Carlos y San Ambrosio en el corazón de La Habana Vieja.