
Wow, es increíble, ¡llegó fin de año! Época llena de sentimientos y alegrías. Es la época que hemos estado esperando para volvernos a ver. Para reunirnos con aquellos que por razones diferentes, no hemos podido ver durante el año. Es el momento, donde estamos todos dispuestos a regalar alegrías.
Pero también, es esa época de pensar. Pensar en lo que dejamos atrás, lo que hicimos bien o no tan bien. Es también la época del año donde definimos los planes para el futuro que a la vuelta de la esquina, llegará.
En este año, tuve la oportunidad de viajar, no tanto como hubiera querido, pero suficiente para estar agradecido. Aproveché para recorrer mundo. Para conocer, y no les mentiré… para comer.
En tantos viajes, hubo un común denominador que en cada oportunidad me hizo sentir nuevamente orgulloso de lo que somos, de ser venezolano.
Es común en las redes sociales y los periódicos, que las noticias que salen referidas a los venezolanos sean las negativas. Los tres o cuatros que como ciudadanos que pudieron ser de cualquier otro lugar, optaron por el mal. Pero, contrariamente, no vemos con esa frecuencia las noticias de aquellos que somos “absoluta mayoría” y estamos regados por el mundo, haciendo el bien.
En mis viajes, tuve la oportunidad de constatar que de verdad los buenos somos mayoría. Pude conocer gente buena que regresó a sus países de origen después de una vida viviendo en nuestra tierra. Gente buena que se fue a las tierras de sus padres y/o abuelos a trabajar duro como hubieran querido seguir en su propia tierra. Gente buena que emigró a tierras desconocidas en busca de “El Dorado” que una vez fue nuestra Venezuela. Gente buena que optó por un país, por estar más cerca de los suyos o porque el idioma los favorecía, pero dispuestos a lo que venga.
Conocí el taxista que en su momento fue dueño de su negocio, echándole pichón. El ingeniero-mesonero con la sonrisa en boca, aunque todos los suyos estuvieran lejos. Conocí el que atiende en una tienda con ese no sé qué muy nuestro. Conocí al dueño de negocio que trata de seguir en lo mismo que por años anduvo en Venezuela. Conocí los muchos empleados profesionales que a la vez trabajan en la misma empresa, que feliz está de tenerlos por lo bien capacitados. Conocí el otro lado de mi sobrino, que con menos de 20 años y sin “absoluta” necesidad económica, se faja a diario a vender por todo Madrid la chicha que el mismo místicamente prepara, mientras también estudia. En fin, conocí a cientos de venezolanos que están por el mundo haciendo bien aunque nadie hable de ellos, ni porque sean mayoría.
Estamos en fin de año y como siempre, me pongo pensativo. He pensado mucho en lo que hemos dejado atrás, en lo que hemos logrado este año, incluyendo los errores que pude haber cometido. He estado pensando en todos los buenos venezolanos que tuve la oportunidad de conocer y, he estado pensando mucho en los planes que como ser humano, que como cabeza de familia y de empresa tengo para el año que viene, pero sobre todo, he pensado mucho cómo ser mejor, al igual que todos esos venezolanos, y fortalecer mi agradecimiento a este país que nos abrió las puertas sin condición.
Desde estas líneas, en este periódico de venezolanos buenos y con el sentimiento en las manos, les deseo tengan un muy feliz fin de año, que sus mesas estén servidas de esas delicias que mantienen nuestras tradiciones y, que el año que viene, venga cargado de resultados que afiancen lo bueno que están haciendo por los que les abrieron las puertas, para que sigamos siendo mayoría.
Manuel Guzmán-López
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