
Luego del reciente tiroteo en Las Vegas, el presidente Donald Trump deberá enfrentar las duras críticas sobre la venta casi indiscriminada de armas de fuego en el país.
Nadie se explica cómo un sujeto “común y corriente” tuviese acceso a 42 armas de fuego encontradas en su casa. Además, ¿cómo pudo introducir 23 de ellas en la habitación del hotel desde donde disparó sin que aparentemente “nadie” lo haya notado?
Muchos cuestionan la breve alocución del presidente Trump, quien envió palabras de condolencias a los familiares de las víctimas, descalificó al asesino como una persona “demente” pero no mencionó en lo absoluto el tema del porte de armas.
Las evidencias son incuestionables, y desde ya los líderes demócratas exigen a Trump que, cualesquiera hayan sido las motivaciones del homicida, debe producirse en el país una modificación de la legislación sobre armas.
Las encuestas de opinión indican que la mayoría de los estadounidenses son favorables a un endurecimiento de la legislación, pero Trump no ha dado señales de cambiar su postura que entusiasma a su base electoral más fiel.
Si portar armas de fuego brinda seguridad, preguntamos: ¿Alguien armado, desde el público, en pleno concierto, hubiera podido enfrentarse con éxito a Stephen Paddock, quien se encontraba en el piso 32 de un hotel disparando poderosas ametralladoras automáticas?
Aunque la Casa Blanca ha dicho que todavía no es el momento, es necesario reactivar el debate sobre el porte de armas entre la población civil y que se tomen medidas radicales para evitar nuevos baños de sangre.
EV HOUSTON
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