Las recientes medidas del Gobierno venezolano que limitan aún más a sus ciudadanos a viajar al extranjero deben motivarnos a la solidaridad de todos nosotros, los que tuvimos la "fortuna" de haber emigrado a Estados Unidos en condiciones relativamente "mejores".
Sin ánimos de debatir sobre si el Gobierno debe o no subsidiar los viajes de los venezolanos, lo cierto es que para la inmensa mayoría es muy difícil salir de la geografía nacional por sus propios medios. En pocas palabras: los venezolanos quedaron prácticamente encerrados en su propio país.
El salario mínimo vigente en Venezuela es de Bs. 5.622,48 mensuales, que al cambio del dólar (al precio real en las casas de cambio en la frontera colombo-venezolana) equivale a apenas $20,82. ¿Quién puede sobrevivir al mes con un salario así, en medio de una inflación que alcanza el 60 por ciento?
Ahora piense en las grandes dificultades que tienen los venezolanos para buscar un mejor futuro en otro país. Además de los costosos boletos aéreos (cuyos precios son estimados en dólares), el Gobierno redujo el tope máximo de dólares que asigna a cada venezolano que viaje al exterior, los cuales son depositados en sus respectivas tarjetas de crédito. Lea nuestra sección de Venezuela (página 10) para más información.
Imagínese ahora el gran drama que tienen los venezolanos que están prácticamente a la deriva en el extranjero: con los cupos recortados a menos de la mitad, muchas veces sus tarjetas de crédito "no pasan" en los puntos de venta y sin dólares en efectivo. Mayor es la crisis con tantos estudiantes venezolanos que ya no pueden acceder a las divisas autorizadas por Venezuela, bajo el argumento de que muchas de sus carreras académicas "no son prioritarias".
Ante esta situación, los venezolanos y los hispanos en general estamos llamados a ser solidarios con nuestros hermanos venezolanos en el extranjero que fueron sorprendidos con estas medidas. Algo que identifica a los hispanos es nuestro alto sentido de hospitalidad y apoyo. Además, recordemos que muchos de nosotros, cuando llegamos a Estados Unidos incluso en mejores condiciones, recibimos la mano amiga de otros compatriotas y hermanos latinoamericanos. Gracias a ellos pudimos establecernos, así que ahora es nuestro turno.
La decisión de emigrar de Venezuela es personal y cada quién tiene sus razones. Lo importante es que seamos hospitalarios con quienes necesiten de nuestra ayuda. Recordemos que una de las leyes fundamentales de la vida es que cosechamos lo que sembramos, así que vamos a abrir nuestros brazos a nuestros hermanos y darles una calurosa bienvenida.
EV Houston
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