
A raíz del nuevo brote de sarampión que se ha extendido en buena parte de Estados Unidos, ha emergido el debate sobre la conveniencia o no de las vacunas contra esta enfermedad que, prácticamente, estaba erradicada en la geografía nacional.
Desde finales del siglo XIX, ha habido en Estados Unidos varias organizaciones que se han opuesto a la vacunación, alegando varias razones: desde motivos religiosos, principios de libertad de conciencia hasta supuestos estudios científicos en contra de la inmunización.
Uno de los más célebres opositores a la vacunación fue Henning Jacobson (1902), residente de Cambridge (Massachusetts), quien se rehusó a vacunarse contra un brote de viruela en la época, alegando que la Junta de Salud de la ciudad violaba su derecho de cuidar su propio cuerpo como mejor pudiera. La ciudad lo demandó y Jacobson apeló ante la Corte Suprema de Estados Unidos. En 1905 la Corte falló a favor del Estado, donde se declaraba que éste podía promulgar leyes obligatorias para proteger al público en caso de una enfermedad transmisible. Fue el primer caso de la Corte Suprema de EE.UU. concerniente al poder estatal sobre las leyes de salud pública.
Asombrosamente, en pleno siglo XXI todavía hay muchos padres que se basan en los mismos preceptos que Jacobson defendió hace 113 años. La reciente aparición del virus de la sarampión, cuyo foco inicial estuvo en un reconocido parque de diversiones en California, ha alertado tanto a autoridades como médicos para incentivar la vacunación oportuna.
Esta situación ha abierto un debate interesante: ¿La vacunación es responsabilidad completa de los padres o el Estado debe intervenir?
De hecho, la Universidad de California, que ya exigía a sus estudiantes la vacuna antituberculosa, anunció que sus nuevos estudiantes, a partir del año 2017, deberán estar vacunados obligatoriamente contra la sarampión, varicela, tos ferina, meningitis y tétanos.
La opinión general de la comunidad médica favorece la vacunación oportuna, de acuerdo con la edad y las necesidades de los niños. La mayoría de los inmunólogos opina que el brote que se ha desatado en el oeste norteamericano es una razón más que suficiente para que las autoridades sanitarias intervengan, antes que ocurra una epidemia.
Todo en esta vida tiene sus beneficios y riesgos: hay que pesar todos los factores en una balanza y considerar lo más conveniente. Las complicaciones asociadas a las vacunas son muy inferiores en comparación con los beneficios, así que lo más recomendable es seguir el consejo de los médicos por el bien de la salud y la vida.
EV Houston
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