
Llegó diciembre, un mes que suele venir cargado de buenas energías, muchas emociones y por lo general, mucho compartir y diversión. Claro, eso es lo tradicional, mas no siempre es igual; y vaya que este año será bien distinto para muchos latinoamericanos que hoy en día no podrán compartir en familia, ni con amigos, porque se encuentran en latitudes muy lejanas a las de su origen, y la mayoría, lejos de la familia.
¿Cuál es el valor de compartir? Ese acto de participación recíproca con otras personas que implica dar y recibir, ser generoso; porque compartir en familia es indispensable pero no es la única manera de hacerlo, sobre todo, hoy en día que son tantas las familias que se encuentran separadas por una causa común: la barbarie política y el deterioro económico, social, y sobre todo moral de nuestros países, así que es hora de sensibilizarnos sobre la absoluta necesidad de compartir.
Son muchos de nuestros hermanos latinoamericanos, incluyendo hondureños, guatemaltecos, salvadoreños y venezolanos, que hoy en día andan echando pie por el mundo, literalmente, ya que muchos al salir de sus tierras se han vueltos caminantes de las Américas, marcando kilómetros y kilómetros de historias en sus recorridos.
Por eso, en estas navidades, abramos el corazón y colaboremos de la manera que podamos, bien compartiendo un momento con ellos en la soledad de sus memorias de familia, si acaso tenemos alguno cerca, o bien a la distancia a través de todos los mecanismos que se han abierto para ayudar a quienes pasan hambre y frío en su andar, para hacer un poco más ligera la pesada carga que arrastran en sus almas, haciéndoles sentir que donde quiera que estemos el gentilicio que compartimos nos hace una sola familia y que no están solos en este tiempo de compartir. Dios con ellos!