Centenares de miles de mexicanos de todas las partes del país se concentran hoy en la Basílica de Guadalupe, listos para celebrar el 485 aniversario de la aparición de la Virgen de Guadalupe, que se conmemora este sábado 12 de diciembre.
Personas que se trasladaron de rodillas desde lugares lejanos y otros con banderas o estatuas gigantes de la Virgen están concentrados en el santuario, listos para cantarle a la medianoche “Las Mañanitas”.
El arribo de los fieles arrancó desde el inicio de la semana y este viernes ha llegado a un punto máximo de concentración que ha causado grandes aglomeraciones en la Basílica y sus alrededores.
Pagadores de promesas y personas que homenajean con cantos a la divinidad coinciden en el lugar, en el norte de la Ciudad de México, con creyentes disfrazados y una gran cantidad de niños llevados por sus padres.
En las últimas horas los peregrinos han llegado a la capital desde todas sus puertas de entrada y, a pesar de la amenaza de bajas temperaturas en la noche y madrugada, muestran gran entusiasmo por la idea de postrarse ante la Virgen morena.
Actos de fe
Esta mañana, una creyente de 19 años que caminó dos días desde la ciudad de Puebla debió abandonar la peregrinación para dar a luz a su hijo, mientras otros han realizado juramentos y agradecimientos con flores y regalos a la virgen.
El templo, construido en 1709, recibió a miles de devotos hasta que a finales del pasado siglo XX fue sustituido por la nueva Basílica, de forma circular, visitada por más de 20 millones de fieles cada año.
Este fin de semana se calcula que llegarán al lugar más de seis millones de creyentes, algunos desde muy lejos, con el objetivo de mostrar su fe.
La Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal ha puesto en marcha un operativo en el que participarán hasta el domingo más de 3.000 policías para resguardar la seguridad de los reunidos en el lugar.
Historia de una fe 100% mexicana
Un sábado de 1531 a principios de diciembre, un indio llamado Juan Diego, iba muy de madrugada del pueblo en que residía a la ciudad de México a asistir a sus clases de catecismo y a oír la Santa Misa. Al llegar junto al cerro llamado Tepeyac amanecía y escuchó una voz que lo llamaba por su nombre.
Él subió a la cumbre y vio a una Señora de sobrehumana belleza, cuyo vestido era brillante como el sol, la cual con palabras muy amables y atentas le dijo: “Juanito: el más pequeño de mis hijos, yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios, por quien se vive. Deseo vivamente que se me construya aquí un templo, para en él mostrar y prodigar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa a todos los moradores de esta tierra y a todos los que me invoquen y en Mí confíen. Ve donde el Señor Obispo y dile que deseo un templo en este llano. Anda y pon en ello todo tu esfuerzo”.
De regresó a su pueblo Juan Diego se encontró de nuevo con la Virgen María y le explicó lo ocurrido. La Virgen le pidió que al día siguiente fuera nuevamente a hablar con el obispo y le repitiera el mensaje. Esta vez el obispo, luego de oir a Juan Diego le dijo que debía ir y decirle a la Señora que le diese alguna señal que probara que era la Madre de Dios y que era su voluntad que se le construyera un templo.
De regreso, Juan Diego halló a María y le narró los hechos. La Virgen le mandó que volviese al día siguiente al mismo lugar pues allí le daría la señal. Al día siguiente Juan Diego no pudo volver al cerro pues su tío Juan Bernardino estaba muy enfermo. La madrugada del 12 de diciembre Juan Diego marchó a toda prisa para conseguir un sacerdote a su tío pues se estaba muriendo. Al llegar al lugar por donde debía encontrarse con la Señora prefirió tomar otro camino para evitarla. De pronto María salió a su encuentro y le preguntó a dónde iba.
El indio avergonzado le explicó lo que ocurría. La Virgen dijo a Juan Diego que no se preocupara, que su tío no moriría y que ya estaba sano. Entonces el indio le pidió la señal que debía llevar al obispo. María le dijo que subiera a la cumbre del cerro donde halló rosas de Castilla frescas y poniéndose la tilma, cortó cuantas pudo y se las llevó al obispo.
Una vez ante Monseñor Zumarraga Juan Diego desplegó su manta, cayeron al suelo las rosas y en la tilma estaba pintada con lo que hoy se conoce como la imagen de la Virgen de Guadalupe. Viendo esto, el obispo llevó la imagen santa a la Iglesia Mayor y edificó una ermita en el lugar que había señalado el indio.
Pio X la proclamó como “Patrona de toda la América Latina”, Pio XI de todas las “Américas”, Pio XII la llamó “Emperatriz de las Américas” y Juan XXIII “La Misionera Celeste del Nuevo Mundo” y “la Madre de las Américas”.
La imagen de la Virgen de Guadalupe se venera en México con grandísima devoción, y los milagros obtenidos por los que rezan a la Virgen de Guadalupe son extraordinarios.
(Con información de EFE y ACI Prensa)
Abraham Puche / EV Houston Newspaper / Foto: Cortesía