El papa Francisco cumplió hoy su deseo más profundo en este viaje a México, rezar ante la imagen de la virgen de Guadalupe, la patrona del país y de toda la América y por la que siente una gran devoción el primer pontífice latinoamericano.
Francisco celebró hoy una misa en la basílica de Guadalupe ante cerca de 35.000 personas, 5.000 de ellas en el interior del templo y el resto que pudo seguir la misa gracias a las pantallas gigantes que fueron instaladas en la plaza.
Pero el momento más intenso de la ceremonia fue cuando el papa se encerró en solitario durante 20 minutos en el llamado “camarín” de la basílica mexicana, la pequeña sala abovedada donde se conserva la imagen de la “Morenita” plasmada en la tilma (manta) de San Juan Diego, el indígena a quien se le apareció la Virgen.
Francisco depositó ante la virgen un ramo de rosas amarillas y la diadema de plata y oro que le ha traído como don y permaneció solo, sentado en una silla ante la imagen y en total silencio, con los ojos cerrados y la cabeza baja o mirando fijamente a la virgen.
La tilma con la imagen protegida por un cristal se encuentra conservada en esta sala abovedada y gracias a un mecanismo puede girar y colocarse también en el altar mayor de la basílica.
Así sucedió hoy, cuando la imagen de la “Virgen Morena” presidió toda la misa sobre el altar y después giró para que el papa pudiera rezar ante ella en esta pequeña sala.
Los fieles en la basílica pudieron observar gracias al cristal transparente los momentos de recogimiento del papa y guardaron un absoluto silencio durante los 20 minutos que duró su oración.
Un fuerte aplauso se escuchó cuando el papa terminó sus oraciones y se levantó.
“Esta vez quiero quedarme un ratito a rezar ante la Virgen ¿me dejaréis?”, les preguntó a los mexicanos desde Roma, antes de iniciar este viaje, y hoy cumplió su deseo.
Durante la homilía de la misa en la basílica de Guadalupe, Francisco quiso recordar a “los excluidos”, a “los descartados” y a las personas que han visto perder un familiar por la violencia criminal.
La narración de las apariciones de la Virgen al indígena San Juan Diego, canonizado por Juan Pablo II en 2002, origen del culto a la virgen de Guadalupe, sirvieron al papa para hablar de aquellos “que no valían nada”.
“En aquel amanecer de diciembre de 1531 se producía el primer milagro que luego será la memoria viva de todo lo que este Santuario custodia. En ese amanecer, en ese encuentro, Dios despertó la esperanza de su hijo Juan (Diego), la esperanza de su Pueblo”, añadió en su sermón.
Una esperanza, añadió el pontífice, “que sigue dando esperanza de los pequeños, de los sufrientes, de los desplazados y descartados, de todos aquellos que sienten que no tienen un lugar digno en estas tierras”.
Entre ellos, Francisco citó “el corazón sufriente pero resistente de tantas madres, padres, abuelos que han visto partir, perder o incluso arrebatarles criminalmente a sus hijos”.
Francisco, al relatar la historia de los sucesivos templos dedicados a la Guadalupana, afirmó que “nadie puede quedar afuera”.
Y entre estos, “especialmente de los jóvenes sin futuro expuestos a un sinfín de situaciones dolorosas, riesgosas, y la de los ancianos sin reconocimiento, olvidados en tantos rincones”.
Desde el siglo XVI hasta ahora, 26 papas de la Iglesia han tenido un gesto hacia la Virgen de Guadalupe, y Juan Pablo II había visitado el templo en cuatro ocasiones, la última en 2002 para canonizar a Juan Diego.
Abraham Puche – EV Houston Newspaper – EFE / Foto: Cortesía