
Cortesía New York Times – AARON E. CARROLL
Yo no desayuno. No es que me desagraden las opciones del menú, pero si me dan escoger entre un desayuno y un almuerzo, casi siempre elegiría huevos o waffles. Simplemente, cuando salgo a trabajar a las 7:30 a. m. no tengo hambre.
De hecho, rara vez tengo hambre antes de la hora del almuerzo, así que aparte de una taza de café en la mañana, no como casi nada antes del mediodía. Este hábito me ha obligado a escuchar más sermones sobre el daño que me hago a mí mismo, a mi dieta, a mi trabajo y a mi salud que muchos otros. Solo un tonto se saltaría la comida más importante del día, ¿cierto?
Como en el caso de muchos consejos nutricionales, nuestra creencia en el poder del desayuno está basada en una interpretación equivocada de las investigaciones y en estudios tendenciosos.
No hace falta demasiado esfuerzo para encontrar investigaciones que demuestran una asociación entre no desayunar y la mala salud. Un estudio de 2013 publicado en el semanario científico Circulation encontró que los hombres que no desayunan tienen un riesgo significativamente mayor de padecer una cardiopatía coronaria que aquellos que desayunan. Sin embargo, como en el caso de casi todos los estudios sobre el desayuno, se trata de una asociación y no de una causa.
El tema del desayuno es objeto de más publicaciones sesgadas que cualquier otro tema. En un artículo publicado en The American Journal of Clinical Nutrition en 2013, los investigadores revisaron la literatura sobre el efecto del desayuno en la obesidad, a fin de considerar este tema específicamente. Lo primero que notaron fue que a los investigadores de nutrición les encanta publicar resultados que muestran una correlación entre no desayunar y la obesidad. Pero, aunque les gusta repetirse una y otra vez, hemos llegado al punto en el que ya no hay motivos para seguir publicando más sobre este tema.
Sin embargo, también encontraron errores importantes en los hallazgos. Influyeron constantemente en la gente para interpretar sus resultados a favor de una relación entre no desayunar y la obesidad. Usaron incorrectamente el lenguaje causal para describir sus resultados. Citaron engañosamente lo que encontraron otros investigadores y también utilizaron lenguaje causal para citar los resultados de otros. La gente cree y quiere que creas que no desayunar es malo.
Pero una revisión exhaustiva de todas las investigaciones observacionales señala los errores metodológicos en este campo, al igual que los problemas que surgen al combinar en un análisis los resultados de estudios influidos por las tendencias de publicación. Las asociaciones deben ser vistas con escepticismo y confirmadas con ensayos prospectivos.
Existen pocos ensayos aleatorios controlados y, los que hay, aunque son metodológicamente deficientes, como la mayoría de los estudios sobre nutrición, no respaldan la necesidad de desayunar.
Un estudio de 2014 todavía es más confuso —con más conflictos de intereses financieros de los que creí posibles— pues encontró que no hay ninguna diferencia respecto a la pérdida de peso si alguien que ayuna deja de hacerlo y alguien que desayuna ya no lo hace. Pero una prueba de 1992 en la que se hizo el mismo estudio encontró que ambos grupos bajaron de peso. Una perspectiva equilibrada aceptaría que no tenemos ni idea de lo que sucede.
Muchos de los estudios son financiados por la industria alimentaria, que tiene una tendencia clara. Kellogg’s financió un artículo frecuentemente citado cuya conclusión es que comer cereal en el desayuno está asociado con ser más delgado. El Quaker Oats Center of Excellence, parte de PepsiCo, financió una prueba que demostró que comer avena u hojuelas de maíz escarchadas baja de peso y reduce el colesterol (si se comen en un entorno altamente controlado todos los días durante cuatro semanas).
Muchos estudios se enfocan en los niños y argumentan que quienes desayunan también son más delgados, pero esta investigación padece de los mismos errores que los estudios realizados con adultos.
¿Y qué pasa con el argumento de que los niños se comportan y se desempeñan mejor en la escuela si desayunan? Si bien las revisiones sistemáticas encuentran que a menudo este es el caso, debemos considerar que una gran parte de las investigaciones parten de la observación del impacto de los programas de desayuno escolar.
Una de las razones por las que el desayuno parece mejorar el aprendizaje y el desarrollo infantil es que, lamentablemente, demasiados niños no comen lo suficiente. El hambre afecta a casi uno de cada siete hogares en Estados Unidos, o alrededor de 15 millones de niños. Muchos más niños reciben almuerzos que desayunos en la escuela.
No resulta muy difícil imaginar que los niños con hambre se desempeñarán mejor si se alimentan. Sin embargo, eso no es lo mismo que investigar si se debería obligar a desayunar a los niños que están bien nutridos.
Se ha encontrado que los niños que no desayunan son más propensos a tener exceso de peso que aquellos que comen dos desayunos. Pero al parecer eso se debe debe a que los niños que quieren más de un desayuno pasan hambre en su casa. Lo anterior es diferente a decir que desayunar ayuda a bajar de peso.
La conclusión es que la importancia de desayunar no está nada clara. Si tienes hambre, desayuna, pero no te sientas mal si prefieres no hacerlo y no escuches más sermones al respecto. El desayuno no tiene poderes místicos.
EV Houston Newspaper – New York Times / Foto: Referencial