En la billetera de un niño venezolano mayor de 9 años de edad, además de la imagen de algún superhéroe o el logo de un equipo deportivo, puede haber algo de dinero, un carnet estudiantil, fotos familiares y la cédula de identidad. En la de Andrés, ya con 11 años de edad, no hubo chance de meter este último documento, reseña El Nacional.
La familia de Andrés se fue a Canadá en septiembre de 2013 huyendo de la inseguridad que los mantenía presos en su casa en Caracas. Valentina Mujica, su madre, cambió las clases que daba en la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela por atender llamadas en un call center y enseñar español. Vive en las afueras de Toronto con sus dos hijos y su esposo. Se mudaron cuando faltaban dos meses para que Andrés cumpliera 9 años y, a pesar de que su mamá insistió en tramitar su cédula en el Saime antes de partir, fue imposible. Ahora es un venezolano encerrado en otro país. Su pasaporte se venció y sin la cédula no hay forma de renovarlo. No puede salir de Canadá, mientras no tenga el documento venezolano u obtengan la ciudadanía, que podrían solicitar a partir del próximo año.
La burocracia venezolana para los trámites es algo que el gobierno también lleva a sus consulados. Y la cédula se ha convertido en una alcabala en la vida del venezolano, viva en el país o se haya marchado. No tener el carnet laminado en el exterior puede implicar no poder viajar por la imposibilidad de renovar el pasaporte en los consulados. Y para quienes siguen en el país el documento es indispensable para asegurarse provisiones alimentarias.
Daniela Mujica emigró con la intención de tener una mejor calidad de vida. Reside en Barcelona, España, con su hijo y su esposo. Después de ocho años su hijo se convirtió en un indocumentado. Tiene 14 años de edad y el pasaporte vencido. El consulado en Barcelona no le permite tramitar la cédula de identidad. Al emigrar no tenía edad suficiente para solicitarla y ahora la única solución es viajar a Venezuela para obtenerla.
“Mi situación económica no es tan buena y no tengo tanto dinero como para gastarme casi 3.000 euros en boletos de avión ida y vuelta para poder realizar un viaje con mi hijo a Caracas, sacarle la cédula de identidad por primera vez y, posteriormente, solicitar la renovación del pasaporte”, lamenta Daniela Mujica, mientras su hijo camina por las calles de Barcelona sin reconocimiento jurídico de su país natal. Su condición de venezolano está vencida.
Emigrar implica sacrificios. Mucho más para el que incluye a sus hijos en el plan. Al cumplir 9 años de edad en tierras extranjeras los niños venezolanos empiezan a engrosar una lista de discriminados difícil de cuantificar. Quedan en un limbo jurídico sin protección.
Ni la Ley Orgánica de Identificación Civil ni la página web del Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería (Saime) mencionan el derecho de los niños venezolanos mayores de 9 años que están en el extranjero de obtener la cédula de identidad. La legislación venezolana, como la de casi todos los países, establece que el pasaporte es el documento de identificación de los ciudadanos en el extranjero y es el requisito indispensable para realizar trámites de regularización de su residencia legal en otros países. Pero la obligatoriedad de tener la cédula para poder renovar el pasaporte vulnera el derecho de los niños de estar identificados, consagrado en la Declaración Universal de los Derechos del Niño, y también los hace violar las leyes de otras naciones.
“De entrada es una discriminación por un vacío operativo que generan los sistemas implantados en el Saime. El artículo 22 de la Ley de Identificación Civil dice que los niños tienen derecho de obtener documentos públicos de identificación. Los niños no pueden estar sin documentación, menos si se encuentran en el exterior. El Estado no puede darles la espalda”, asegura el abogado Carlos Trapani, que trabaja con Cecodap, ONG de promoción de derechos del niño y el adolescente.
Cada país tiene sus normativas para los extranjeros que residen en su territorio. En el caso de Valentina Mujica y Daniela Mujica, los gobiernos de sus países de residencia les permiten a sus hijos acceder a servicios de salud y educación; sin embargo, esto no elimina el estatus de indocumentados que ahora poseen y que les impide pisar un aeropuerto internacional. “Mi problema con Andrés es que no puedo salir de Canadá con él, si se nos presenta una emergencia que nos obligue a salir de acá se nos complica”, señala Valentina Mujica.
Ilegales. El aumento de la migración venezolana en los últimos años –algunos especialistas hablan de que 1,5 millones de personas se han ido en los últimos 15 años– por la crisis económica y política que vive el país ha multiplicado estos casos. Cada vez más venezolanos en el extranjero entran en el vacío operativo del Saime, que desde 2003 ha invertido alrededor de 1.400 millones de dólares para automatizar y modernizar el sistema de identidad con apoyo de Cuba, de acuerdo con investigaciones publicadas por El Nacional.
Hace un mes corre por Internet una petición a los consulados para permitir que los niños mayores de 9 años puedan renovar sus pasaportes sin necesidad de sacar la cédula. El abogado venezolano José Antonio Carrero encabeza la iniciativa. Reside en España y desde 2014 ha asumido un papel de defensor de los niños venezolanos indocumentados. Destaca que es una situación que se repite en ciudades de todo el mundo. Hay tres tipos de venezolanos en España, señala: los que tienen doble nacionalidad, los que tienen un permiso de residencia y los que están ilegales.
“Al no tener su pasaporte vigente no pueden hacer ningún trámite de extranjería. Su carencia significa la denegatoria automática de cualquier autorización de residencia. Más temprano que tarde quedan ilegales. Hemos conversado con la cónsul en Canarias y nos prometió un registro de niños venezolanos para ella enviarlo al Saime y que les dieran número de cédula. Se hizo el registro y hubo más de 400 niños solo en Canarias”. De esta gestión aún no tienen respuesta de las autoridades.
Los casos se repiten en Estados Unidos y el resto de Europa, donde se concentra la mayor cantidad de venezolanos, y las trabas en los consulados exponen mucho más a quienes están en situación ilegal. Carrero menciona la situación de una pareja de venezolanos en Alemania: “Están desesperados porque les otorgaron el permiso de residencia hasta la fecha en la que el pasaporte de su hijo se vence y no consiguen la forma de renovárselo por la ausencia de la cédula de identidad”.
Con el documento redactado por Carrero, que puede descargarse en la página web www.carreroabogados.es, se busca presionar a las autoridades consulares para resolver esta situación sin tener que ir a Venezuela. “Es un viaje que no baja de 5.000 euros y en general la comunidad venezolana en España no está formada por gente de dinero, sino por profesionales clase media, por gente trabajadora”, dijo.
Coromoto García ha hecho el viaje de 12 horas y media de Orlando a Nueva Orleans para intentar tramitar la renovación de su hijo, Joseph, con quien emigró en 2012, cuando el niño tenía 8 años de edad y justo cuando Hugo Chávez ordenó cerrar el consulado de Miami. La respuesta ha sido similar a los otros casos: “El consulado de allá es una oficina pequeñita, y de verdad es que la gente no es nada colaboradora. Ahí vi gente que iba con 3 de sus hijos de los cuales 2 no tenían el pasaporte por la falta de cédula. No pude hacer nada. Estoy como presa”, cuenta al teléfono, mientras sirve sandwiches cubanos y arroz con habichuelas en un foodtruck en el que trabaja.
El niño, cuyo pasaporte ya tiene más de un año vencido, solo cuenta con el carnet de la escuela como identificación. Eso le permite moverse por Estados Unidos con su mamá, pero no puede salir del país. Aún no tienen papeles estadounidenses. Están en el limbo.
Salvoconducto. María Eugenia Valecillos es otra venezolana radicada en España. Se fue con sus 2 hijos hace 10 años y desde hace 7 el menor de ellos no tiene pasaporte. “Me parece injusto que mi hijo no tenga derecho de decidir si quiere conservar su nacionalidad de nacimiento por la carencia de cédula. No deseo regresar a Venezuela. Viví en un campo petrolero y fui testigo de todos los abusos del régimen con la gente del petróleo”, dice la mujer por teléfono.
Reportaje cortesía de El Nacional
EV Houston / Foto: Referencial