Filósofo y docente hispano-venezolano
En los numerosos talleres y conferencias que en estos últimos años he dado a miles de educadores y representantes a lo largo de toda Venezuela, he incorporado la siguiente parábola, como un aporte para superar la extrema polarización que estamos viviendo:
“Un maestro preguntó a sus discípulos si alguno de ellos le podía indicar cuál era el momento en que terminaba la noche y comenzaba el día.
-¿Cuando ya podemos distinguir a lo lejos entre un perro y una oveja? –le preguntó uno de ellos.
El maestro negó con su cabeza.
-¿Será cuando en la neblina lechosa del amanecer podemos distinguir una ceiba de un samán? –se aventuró otro de los discípulos.
-¡Tampoco! –respondió con convicción el maestro.
Los discípulos se miraron desconcertados:
-Entonces, ¿cómo podemos saber el preciso momento en que uno puede decir “hasta aquí llegó la noche y está comenzando el día”? –preguntaron ansiosos.
El maestro los miró con sus ojos mansos de sabio y les dijo:
-Cuando miran el rostro de cualquiera y pueden ver en él la cara de su hermano o de su hermana. En ese momento comienza a amanecer en su corazón. Si no son capaces de eso, siguen en la noche”.
Necesitamos con urgencia recuperar una mirada cariñosa e inclusiva para vernos como conciudadanos y hermanos y no como rivales o enemigos. Al enemigo se le destruye con violencia. Al hermano se le acepta con cariño a pesar de la diversidad y las diferencias. La genuina democracia es un poema de la diversidad y no sólo tolera, sino que celebra que seamos diferentes. Diferentes pero iguales.
Precisamente porque todos somos iguales, todos tenemos derecho a ser, pensar y decidir de un modo diferente dentro, por supuesto, de las normas de la convivencia que regulan los derechos humanos y los marcos constitucionales.
Venezuela nos necesita a todos. Es tiempo para el reencuentro y el trabajo compartido para superar juntos los graves problemas que tenemos, entre ellos, el de la inseguridad, la pobreza, la corrupción, el desabastecimiento, la violencia, la improductividad y la ineficiencia. Son tiempos para, sin claudicar de las grandes utopías de buscar con empeño un mundo mejor, emprender las micro revoluciones urgentes y necesarias que nos resuelvan los gravísimos problemas de la cotidianidad. No podemos seguir proclamando la revolución universal ni considerarnos modelo de la nueva sociedad, si no somos capaces de recoger la basura, si nuestras calles y carreteras parecen recién salidas de un bombardeo, si tenemos miedo de salir a la calle y ser atracados o asesinados, si no conseguimos los productos básicos, si la corrupción anda desbordada, si la inflación nos destruye salarios y ahorros, si no conseguimos medicinas y los hospitales están desprovistos, si la mayoría de los profesionales consideran imposible tener vivienda o carro, si seguimos pegados a la teta petrolera y no asumimos el trabajo productivo y responsable como medio esencial de producir riqueza y de garantizar a todos unas condiciones de vida digna en vivienda, alimentación, educación, salud, recreación…, como factores esenciales para la convivencia pacífica.
La paz verdadera se asienta sobre las bases de la justicia. Esto nos obliga a trabajar con mayor radicalidad y responsabilidad para acabar con todo tipo de discriminación, corrupción, exclusión e injusticia, y superar de una vez las ofensas, el maltrato, el rencor y el odio que sólo generan división y violencia. . Venezuela tiene un hermoso futuro de justicia, convivencia y paz. Futuro que debemos construir entre todos y para todos.
Por: Antonio Pérez Esclarín / Foto: Referencial