La participación en un muy promocionado “relanzamiento” de la oposición en Venezuela fue pobre: apenas unos pocos cientos se reunieron el mes pasado en Caracas para marchar encabezados por el nuevo jefe de la coalición política.
A pesar del entusiasmo y la unidad mostrados en las recientes e infructuosas carreras presidenciales en contra del líder socialista Hugo Chávez en 2012 y su sucesor, Nicolás Maduro, el año pasado, los opositores están una vez más divididos y desmoralizados.
“He marchado tanto. He votado en cada elección. He hecho campaña para un partido político en mi tiempo libre. He regalado dinero ¿y para qué?”, dijo Griselda Eladio, una publicista y opositora de 47 años.
“Todavía tenemos a esta gente allí”.
El desaliento entre las filas de la oposición se profundizó este año, cuando meses de protestas en contra de Maduro lideradas por la facción más radical del movimiento, fueron abatidas por los cuerpos de seguridad provocando divisiones dentro de la coalición.
Las dos principales figuras de la oposición, el encarcelado líder de las protestas Leopoldo López y el candidato presidencial en dos ocasiones, Henrique Capriles, están en desacuerdo sobre las políticas y estrategias a seguir, borrando el sentimiento de unidad que los ayudó a ganar terreno en años recientes.
Sin embargo y casi a pesar de sí mismos, las condiciones en el país pueden estar girando lentamente en favor de la oposición.
Una brusca caída de la economía en el país miembro de la OPEP, agravada por la caída de los precios del petróleo, podrían traducirse en ganancias significativas para la oposición en las elecciones legislativas de 2015.
Un buen resultado podría alentar a la oposición para buscar un referéndum revocatorio en 2016 con el que tratar de poner fin a la presidencia de Maduro a la mitad de su período. También podría envalentonar a las facciones del Partido Socialista Unido (PSUV) desilusionadas con el mandatario.
Maduro ha estado sintiendo el golpe en las encuestas.
Datanálisis, tal vez la encuestadora más respetada del país, dijo que el 80 por ciento de los venezolanos ahora ven el estado del país como negativo y desaprueban el modelo económico socialista.
La aprobación de Maduro ha caído desde el 50 por ciento cuando llegó al poder hasta un 30 por ciento, según un sondeo de septiembre, mientras que un significativo 68 por ciento cree que el presidente no permanecerá en el poder más allá de 2016.
Otra encuesta de octubre de la firma Consultores 21 mostró una aprobación de un 34 por ciento para Maduro.
Sigue siendo un nivel bastante decente comparado con otros líderes del mundo, pero está muy lejos del apoyo a Chávez, quien gobernó durante 14 años antes de su muerte por cáncer a principios de 2013.
“Si las elecciones fueran hoy, el Gobierno no podría ganar”, dijo Luis Vicente León, director de Datanálisis, pronosticando que la oposición ganaría con un margen de 20 puntos.
“HIJO DE CHÁVEZ”
Sin embargo, como León y otros analistas se apresuran a señalar, Chávez era un maestro en sacar conejos del sombrero en los momentos clave y Maduro, su auto proclamado “hijo” político, aprendió algunos de esos trucos.
El año pasado, justo antes de las elecciones de alcaldes en todo el país, Maduro envió miles de inspectores a comercios y empresas con la tarea de reducir precios por decreto y arrestar a los “especuladores capitalistas”.
La medida populista deleitó a los votantes y le dio a los gobernantes socialistas una victoria inesperada con un convincente 54 por ciento de los votos frente al 44 por ciento de la oposición.
Si bien las próximas elecciones para los 165 asientos de la Asamblea Nacional se tienen que realizar antes del final de 2015, tradicionalmente en el último trimestre, se especula que el Gobierno podría adelantarlas para reducir el impacto del deterioro económico.
Algunos críticos de Maduro sospechan que incluso podría suspenderlas o encontrar una manera de ignorar los resultados, pero es poco probable dado el orgullo del Gobierno por la legitimidad de su sistema electoral y las consecuencias internacionales que podría acarrear un movimiento anti constitucional.
El Gobierno controla actualmente 99 escaños y la oposición 66, después de que los votos en las últimas elecciones legislativas de 2010 se dividieron casi a la mitad entre los dos bandos, pero ajustes en el sistema electoral beneficiaron áreas donde los gobernantes socialistas eran más fuertes.
A pesar del difícil panorama, Maduro sigue optimista y cuenta con la indignación pública y generalizada que generó la violencia por las protestas opositoras este año, cuando 43 personas murieron, cientos resultaron heridas y los centros urbanos fueron escenarios de batallas callejeras.
“Vamos a tener una gran victoria política y electoral en las elecciones del próximo año”, vaticinó con seguridad Maduro en un discurso reciente. “Va a ser tremendo voto castigo contra las maldades de la derecha, contra la ‘guarimba’ (las protestas violentas), la guerra económica”, agregó.
Pero el nuevo secretario de la coalición opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD), Jesús Torrealba, insiste en que el cambio está llegando. “Se empieza a descongelar el glaciar que era el chavismo”, dijo a Reuters recientemente.
Sin embargo, Torrealba tiene tareas difíciles por delante como restaurar la confianza entre las facciones de la oposición, mejorar la imagen de la coalición frente a los chavistas que debe cortejar, presentar políticas económicas coherentes y mantener los egos bajo control.
Las encuestas muestran que los líderes de la oposición, López y Capriles, tienen niveles de aprobación cercanos al 40 por ciento, por encima de Maduro, pero también muestran que hay un amargo desacuerdo sobre las protestas y que la oposición no lo está haciendo mejor pese a los problemas de Maduro.
López, arrestado durante las protestas y aún en la cárcel, es la brújula de los radicales que creen en llevar la lucha a las calles. Capriles es un gobernador más moderado que defiende el trabajo popular en los barrios como el camino a seguir.
El partido de López está presionando para convocar un referéndum para que una nueva Asamblea Nacional Constituyente redacte una nueva Constitución, a lo que Capriles y Torrealba se oponen.
Muchos seguidores de la oposición están confundidos sobre donde centrar sus energías: trabajo de bases con Capriles, mítines públicos con Torrealba, la campaña para liberar a López o renovar la resistencia en las calles.
“¿Yo? Sigo con mi vida, esperando que Maduro se hunda a sí mismo”, dijo desilusionada la opositora Eladio.
“Si eso no sucede, la mayoría de mi familia está en el exilio, y allí voy yo”.
Con información de Reuters
EVHouston / Foto: Referencial