El presidente de EEUU, Barack Obama, que prometió en 2009 poner fin a “una década de guerras”, se ha visto forzado este año a iniciar una ofensiva militar en Irak y Siria contra el Estado Islámico (EI), y mantendrá a partir de 2015 a 10.800 soldados en Afganistán, aunque no en un rol de combate.
Los yihadistas del EI han ido conquistando en 2014 regiones del norte y el centro de Irak y Siria, donde en junio proclamaron un califato islámico.
Tras la retirada de las tropas estadounidenses de Irak a finales de 2011, Obama se mantuvo firme en un principio en su decisión de no volver a intervenir militarmente en ese país, pese al paulatino avance del EI, pero el 7 de agosto cambió de postura y autorizó ataques “selectivos” contra el grupo para impedir una “masacre”.
“Cuando miles de civiles inocentes están en peligro de ser masacrados y tenemos la capacidad para ayudarlos, lo hacemos”, explicó en una comparecencia no prevista desde la Casa Blanca el presidente, quien anotó que la acción había sido solicitada por el Gobierno iraquí.
Además de los ataques aéreos, Estados Unidos cuenta con un contingente de hasta 3.000 militares desplazados a Irak para entrenar, asesorar y ayudar al Ejército local, incluidas las tropas kurdas, en la campaña para hacer frente al EI.
Sin embargo, Obama se lo pensó más antes de actuar en Siria, debido a la guerra civil que vive ese país y a los recelos de Damasco ante cualquier intervención extranjera.
Uno de los detonantes que llevaron a Washington a extender la ofensiva contra el EI a Siria fueron las decapitaciones de dos periodistas estadounidenses secuestrados por los extremistas en ese país, James Foley y Steven Sotloff.
Foley se convirtió en el primer rehén occidental ejecutado por los yihadistas, que difundieron un vídeo para mostrar su decapitación el 19 de agosto, y a su asesinato le siguió el de Sotloff a principios de septiembre.
Así, el 10 de septiembre, en un discurso a la nación, Obama anunció la ampliación de la campaña de bombardeos iniciada en Irak a territorio sirio, para destruir al EI “dondequiera que esté”.
Pocos días después comenzaron los ataques aéreos contra posiciones de los yihadistas en Siria y, además, el mandatario firmó una ley presupuestaria que incluye la autorización del Congreso al Pentágono para entrenar a unos 5.000 rebeldes sirios y proporcionarles armas para que luchen contra el EI.
En noviembre los yihadistas decapitaron a un tercer rehén estadounidense, el cooperante Peter Kassig, y se conoció que el Gobierno, por orden de Obama, inició en verano una revisión de las medidas que se adoptan en respuesta al secuestro de sus ciudadanos en el extranjero.
Algunas familias como la de Foley se han quejado de la recurrente negativa del Gobierno a pagar rescates y realizar concesiones a los terroristas a cambio de la liberación de rehenes estadounidenses, pero esa política no va a cambiar pese a la revisión, según la Casa Blanca.
Por otro lado, este martes a la medianoche concluirá oficialmente la misión de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad en Afganistán de la OTAN (ISAF), tras 13 años de combate en la guerra “más larga” de la historia de EEUU, en palabras de Obama.
Este domingo, en coincidencia con la ceremonia celebrada en Kabul para marcar el fin de esa misión, Obama alertó de que “Afganistán sigue siendo un lugar peligroso”, en un comunicado divulgado por la Casa Blanca.
El presidente recordó que EEUU mantendrá a partir del 1 de enero de 2015 una “presencia limitada” en Afganistán, con un total de 10.800 militares, para “entrenar, asesorar y ayudar” a las fuerzas locales.
En 13 años de guerras tras los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, EEUU ha gastado en su financiación unos 1,6 billones de dólares, según un reciente informe del Servicio de Investigación del Congreso (CRS, por su sigla en inglés), un órgano no partidista.
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