
Otto Reich
Hay muchas diferencias entre los levantamientos populares en Ucrania y Venezuela, pero existen similitudes. En ambas, un gobierno impopular que había ganado una elección perdió su legitimidad por abusos cada vez mayores, corrupción e incompetencia. Ahora que una solución alentadora aparentemente se ha encontrado en Kiev, una de las maneras en la que se llegó a ese resultado puede ser la clave para poner fin a la crisis en Caracas.
De acuerdo con el Asesor Adjunto de Seguridad Nacional de EEUU, Tony Blinken, entrevistado el 21 de febrero por Jake Tapper, de CNN , en los días previos al acuerdo de Ucrania EEUU “informó que iba a revocar las visas de funcionarios y oligarcas” corruptos que apoyaban al presidente Viktor Yanukovich. Además, EEUU planeaba confiscar cuentas bancarias de los sancionados. Así lo reportó el Wall Street Journal: “Tras los peores enfrentamientos del jueves, EEUU y la UE, después de semanas de vacilaciones, impusieron sanciones. Las grietas en el régimen se abrieron lo suficiente para hacer posible el acuerdo” ( WSJ, sábado 22 de febrero de 2014).
Por qué a EEUU le tomó tanto tiempo para utilizar esta herramienta de bajo costo pero inmensamente eficaz es un misterio. Cualquiera que haya tenido el privilegio de servir como embajador de EEUU sabe que la concesión o denegación de visas norteamericanas es uno de los más poderosos instrumentos que tiene una embajada. Si una embajada quiere ganar una amistad rápidamente, o perder una aún más rápidamente, basta conceder o denegar la entrada a EEUU a un prepotente funcionario o magnate local.
La misma amenaza que al parecer ayudó a resolver la crisis de Ucrania favorablemente (al menos para la mayoría de los ucranianos, EEUU y Occidente, si no para Vladimir Putin) se puede aplicar a Venezuela. En respuesta a la violenta represión a las manifestaciones pacíficas por parte del gobierno socialista de Nicolás Maduro, EEUU debería notificar discretamente a los generales y oligarcas de Venezuela que si la violencia contra los civiles desarmados continúa, o el gobierno se niega a negociar con la oposición y liberar a todos los presos políticos, ellos y sus familias tendrán sus visas estadounidenses revocadas y sus cuentas y propiedades en el extranjero confiscadas.
Será una sorpresa para muchos estadounidenses saber que los viernes por la tarde los aeropuertos de la Florida ven una oleada de aviones privados llegar llenos de “revolucionarios” venezolanos, trayendo a las familias y amigos de la élite política, militar y económica de ese país, y en muchos casos a “Sus Excelencias” mismas: los generales y ministros del gobierno.
Ellos prefieren las playas del sur de Florida, los hoteles, restaurantes y sobre todo los distritos de compras de alto nivel a los de su propia tierra. Las razones son claras: EEUU es un país seguro, no como las calles de Caracas que la revolución ha hecho peligrosas a través de la destrucción del estado de derecho. En las tiendas de Estados Unidos pueden encontrar todos los productos que ya no están disponibles en Venezuela, como el pan, la leche y el pollo, o los que les gusta llevar de nuevo a Venezuela, como teléfonos móviles chapados en oro.
Por otra parte, en EEUU hay menos posibilidades de que serán reconocidos como la “nueva clase” de explotadores que ha saqueado su nación y por tanto son menos propensos a ser insultados por los transeúntes. Al principio de la revolución “bolivariana” de Chávez, los venezolanos comenzaron a llamar esta clase de privilegiados “los boligarcas”, una contracción de “oligarcas bolivarianos”, quienes se convirtieron inimaginablemente ricos a través del acceso a los contratos públicos que se reciben sin competencia y por los cuales pagaron sobornos ilegales a los otorgantes.
La ironía de pasar sus fines de semana y vacaciones en EEUU, el “imperio” al que su gobierno insulta constantemente, se les escapa a estos boligarcas. En su mayor parte no se trata de personas que han pasado un tiempo excesivo en las universidades –la educación formal de Maduro, por ejemplo, nunca pasó de la escuela secundaria. Aunque consciente de la paradoja, están tan acostumbrados a la buena vida en Venezuela que se imaginan que es un privilegio universal que se han ganado como consecuencia de sus elevados puestos, y no de la manera en que los obtuvieron: el soborno, la duplicidad, poder de monopolio o la extraña desaparición de un rival.
Muchos de ellos han adquirido propiedades de lujo en EEUU mansiones suntuosas, enormes yates, flotas de aviones. También han invertido en empresas legítimas para lavar su dinero malhabido, al igual que otras familias del crimen organizado hicieron antes que ellos.
La revocación de visas de Estados Unidos es un instrumento limpio y rápido a la interrogante sobre qué hacer con los nuevos autoritarios en América Latina (y en otros lugares). La autoridad ejecutiva descansa en la Sección 212 de la Ley de Inmigración y Nacionalidades, en la Proclama Presidencial 7750 también conocida como la “resolución contra la cleptocracia”, y en la Ley Patriota. Se han utilizado antes en numerosas ocasiones, pero no lo suficiente en los últimos años.
Como EEUU reconoció en Ucrania, estos “oligarcas” son los individuos que permiten a los regímenes autoritarios mantenerse en el poder. En muchos casos se trata de funcionarios del régimen en sí. Están motivados exclusivamente por el interés propio y usan la ideología y la retórica de izquierda como una máscara para sus robos. Es suficientemente inmoral con que estén destruyendo países enteros, como Ucrania o Venezuela, pero si permitimos que disfruten de los frutos de su negocio ilícito en nuestro país, entonces nosotros somos cómplices de su corrupción.
Los Departamentos de Estado de EEUU, el Tesoro, Seguridad Interna y muchas agencias como la CIA, la DEA, el FBI, la SEC, IRS, y otras, tienen los nombres y datos de estos individuos. Todo lo que se necesita para poner en práctica una vez más esta política es la voluntad política.
De acuerdo con el Asesor Adjunto de Seguridad Nacional de EEUU, Tony Blinken, entrevistado el 21 de febrero por Jake Tapper, de CNN , en los días previos al acuerdo de Ucrania EEUU “informó que iba a revocar las visas de funcionarios y oligarcas” corruptos que apoyaban al presidente Viktor Yanukovich. Además, EEUU planeaba confiscar cuentas bancarias de los sancionados. Así lo reportó el Wall Street Journal: “Tras los peores enfrentamientos del jueves, EEUU y la UE, después de semanas de vacilaciones, impusieron sanciones. Las grietas en el régimen se abrieron lo suficiente para hacer posible el acuerdo” ( WSJ, sábado 22 de febrero de 2014).
Por qué a EEUU le tomó tanto tiempo para utilizar esta herramienta de bajo costo pero inmensamente eficaz es un misterio. Cualquiera que haya tenido el privilegio de servir como embajador de EEUU sabe que la concesión o denegación de visas norteamericanas es uno de los más poderosos instrumentos que tiene una embajada. Si una embajada quiere ganar una amistad rápidamente, o perder una aún más rápidamente, basta conceder o denegar la entrada a EEUU a un prepotente funcionario o magnate local.
La misma amenaza que al parecer ayudó a resolver la crisis de Ucrania favorablemente (al menos para la mayoría de los ucranianos, EEUU y Occidente, si no para Vladimir Putin) se puede aplicar a Venezuela. En respuesta a la violenta represión a las manifestaciones pacíficas por parte del gobierno socialista de Nicolás Maduro, EEUU debería notificar discretamente a los generales y oligarcas de Venezuela que si la violencia contra los civiles desarmados continúa, o el gobierno se niega a negociar con la oposición y liberar a todos los presos políticos, ellos y sus familias tendrán sus visas estadounidenses revocadas y sus cuentas y propiedades en el extranjero confiscadas.
Será una sorpresa para muchos estadounidenses saber que los viernes por la tarde los aeropuertos de la Florida ven una oleada de aviones privados llegar llenos de “revolucionarios” venezolanos, trayendo a las familias y amigos de la élite política, militar y económica de ese país, y en muchos casos a “Sus Excelencias” mismas: los generales y ministros del gobierno.
Ellos prefieren las playas del sur de Florida, los hoteles, restaurantes y sobre todo los distritos de compras de alto nivel a los de su propia tierra. Las razones son claras: EEUU es un país seguro, no como las calles de Caracas que la revolución ha hecho peligrosas a través de la destrucción del estado de derecho. En las tiendas de Estados Unidos pueden encontrar todos los productos que ya no están disponibles en Venezuela, como el pan, la leche y el pollo, o los que les gusta llevar de nuevo a Venezuela, como teléfonos móviles chapados en oro.
Por otra parte, en EEUU hay menos posibilidades de que serán reconocidos como la “nueva clase” de explotadores que ha saqueado su nación y por tanto son menos propensos a ser insultados por los transeúntes. Al principio de la revolución “bolivariana” de Chávez, los venezolanos comenzaron a llamar esta clase de privilegiados “los boligarcas”, una contracción de “oligarcas bolivarianos”, quienes se convirtieron inimaginablemente ricos a través del acceso a los contratos públicos que se reciben sin competencia y por los cuales pagaron sobornos ilegales a los otorgantes.
La ironía de pasar sus fines de semana y vacaciones en EEUU, el “imperio” al que su gobierno insulta constantemente, se les escapa a estos boligarcas. En su mayor parte no se trata de personas que han pasado un tiempo excesivo en las universidades –la educación formal de Maduro, por ejemplo, nunca pasó de la escuela secundaria. Aunque consciente de la paradoja, están tan acostumbrados a la buena vida en Venezuela que se imaginan que es un privilegio universal que se han ganado como consecuencia de sus elevados puestos, y no de la manera en que los obtuvieron: el soborno, la duplicidad, poder de monopolio o la extraña desaparición de un rival.
Muchos de ellos han adquirido propiedades de lujo en EEUU mansiones suntuosas, enormes yates, flotas de aviones. También han invertido en empresas legítimas para lavar su dinero malhabido, al igual que otras familias del crimen organizado hicieron antes que ellos.
La revocación de visas de Estados Unidos es un instrumento limpio y rápido a la interrogante sobre qué hacer con los nuevos autoritarios en América Latina (y en otros lugares). La autoridad ejecutiva descansa en la Sección 212 de la Ley de Inmigración y Nacionalidades, en la Proclama Presidencial 7750 también conocida como la “resolución contra la cleptocracia”, y en la Ley Patriota. Se han utilizado antes en numerosas ocasiones, pero no lo suficiente en los últimos años.
Como EEUU reconoció en Ucrania, estos “oligarcas” son los individuos que permiten a los regímenes autoritarios mantenerse en el poder. En muchos casos se trata de funcionarios del régimen en sí. Están motivados exclusivamente por el interés propio y usan la ideología y la retórica de izquierda como una máscara para sus robos. Es suficientemente inmoral con que estén destruyendo países enteros, como Ucrania o Venezuela, pero si permitimos que disfruten de los frutos de su negocio ilícito en nuestro país, entonces nosotros somos cómplices de su corrupción.
Los Departamentos de Estado de EEUU, el Tesoro, Seguridad Interna y muchas agencias como la CIA, la DEA, el FBI, la SEC, IRS, y otras, tienen los nombres y datos de estos individuos. Todo lo que se necesita para poner en práctica una vez más esta política es la voluntad política.
Ex embajador de EEUU en Venezuela / *