En declaraciones a un televisión local, el ministro tunecino de Interior, Hedi Majdoub, indicó que de los otros 800 que se tiene constancia que han regresado al país “unos 300 están catalogados de muy peligrosos”.
“Los terroristas que han retornado de zonas de tensión pertenecen en su mayoría a la zona de la capital conocida como Gran Túnez formada por los barrios de Ben Arus, Manuba, Cartago, Medina y La Ariana, pero también hay personas de las 25 gobernaciones” restantes, afirmó.
Al hilo de este argumento, Majdoub insistió en que los servicios secretos tunecinos tienen identificados a 2.929 presuntos yihadistas que viven en el extranjero, 1.500 de los cuales estarían en Siria, cerca de 500 en Libia, unos 150 en Iraq y “400 más repartidos por diversos países, en su mayoría europeos”.
La media de edad de estos fanáticos se sitúa entre los 25 y los 50 años, y entre ellos hay un número alto de mujeres, agregó el ministro.
Túnez, donde se originaron las ahora fracasadas “Primaveras árabes”, está considerado el primer país del mundo en número de yihadistas que en el último lustro han emigrado para sumarse a grupos radicales violentos como el Estado Islámico o la Organización de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI).
El pasado 30 de diciembre, el primer ministro tunecino, Yusef Chahed, advirtió de que el Ejército y la Policía tunecina detendrán a todo yihadista que retorne tras haber combatido en las filas de organizaciones terroristas.
“Aquellos que regresen serán arrestados de forma inmediata a su llegada a territorio tunecino y serán juzgados. Y se les aplicará la ley antiterrorista”, renovada y aprobada en 2015 en el contexto de los tres atentados terroristas que ese año segaron la vida de 72 personas en Túnez, 60 de ellas turistas extranjeros.
País de origen del joven que hace dos semanas atentó en un mercado de Navidad de Alemania, desde entonces asegura que ha desmantelado siete presuntas células yihadistas, algunas de las cuales estaría preparada para atacar.
La última fue desarticulada en las últimas horas en el pueblo de Gardinau, en la provincia septentrional de Siliana, informó el propio ministerio de Interior.
Según la fuente, estaba integrada por cinco personas -a las que se incautó una importante cantidad de propaganda islamista-, una de las cuales admitió en el interrogatorio haber recibido financiación de un grupo “takfiri” establecido en Europa.
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