El mercado navideño de Berlín que fue atacado el lunes reabrió este jueves sus puertas en un intento por recuperar la normalidad y en medio del clima de incertidumbre que rodea un atentado que dejó doce muertos y medio centenar de heridos.
Marcó el retorno a la actividad usual del mercadillo una sencilla ceremonia en la Gedächtnis-Kirche, la emblemática Iglesia evangélica alrededor de la cual se reparten las casetas, sin presencia institucional y presidida por doce velas blancas sobre el altar, una por cada víctima mortal.
Los puestos de “Glühwein” -vino caliente especiado-, salchichas y demás chucherías estuvieron cerrados hasta que, sobre las 11.30 hora local (05:30 a.m. hora peruana), terminó el oficio religioso.
Algunos asistentes a la ceremonia salieron del templo con candelas prendidas, que depositaron en los múltiples lugares del mercadillo donde en los días pasados otros ciudadanos o políticos depositaron ya flores, velas y mensajes en recuerdo de las víctimas.
“Juntos contra el odio”, se leía en un cartel colgado a pocos metros del lugar donde el camión se detuvo, a unos 80 metros del punto donde había irrumpido dentro de la zona peatonal para arrasar con casetas y visitantes, hasta dejar un rastro de destrucción.
El rechazo al odio y las llamadas a la conciliación eran el denominador común de los mensajes que salpicaban los distintos puntos en que se acumulan las flores y las distintas formas de recuerdo a las víctimas del atentado.
Equipos de televisión y reporteros gráficos de todo el mundo esperaban la apertura de las casetas y los primeros visitantes al mercadillo, encorsetado ahora entre bloques de hormigón y agentes de policías fuertemente armados patrullando por el lugar.
“Sabíamos que esto iba pasar tarde o temprano. En Berlín o en cualquier otro mercadillo del país. No hay ciudad en Alemania que no tenga uno y no vamos a cerrar”, comentaba, recién abierta su caseta de “Glühwein”, Hertha Hillmann.
“Dejen pasar a los clientes, por favor, reabrimos para atenderles a ellos”, pedía rodeada por una nube de periodistas, con el toque característico de brusquedad que se atribuye a los berlineses.
La “Schnauze” berlinesa -traducible por “hocico duro”- de esta jubilada es de algún modo una llamada a la normalidad, en medio de la sacudida dejada por un atentado que en Alemania se veía como inevitable, tras los devastadores ataques sufridos por otras ciudades europeas.
“Algunos oportunistas responsabilizan a (Angela) Merkel. Y los medios tenéis mucha prisa por saber. Hay que dar tiempo a que se aclare todo. Pero parece que aquí no sólo han fallado servicios de seguridad alemanes”, apunta Alfred, uno de los primeros clientes que se acercan al puesto de la señora Hillmann.
Para este ciudadano, que justo salió del breve oficio religioso, por encima de las críticas de la ultraderecha a la gestión de la canciller con los refugiado, que califica de “interesadas”, “clama al cielo” que no haya coordinación policial entre los estamentos de seguridad europeos.
Explica que a Anis Amri, el tunecino de 24 años cuyos documentos se hallaron en la cabina del camión, no solo “se les escapó de la vista” al espionaje alemán, sino que aparentemente sus colegas italianos tampoco pasaron el aviso como debían.
El ciudadano, un programador informático de 38 años, alude a informaciones leídas esta mañana, según las cuales Amri estuvo en prisión en Italia y tenía, ya antes de su supuesta radicalización y vínculos yihadistas, un amplio historial delictivo.
“Hay fuego cruzado de informaciones y desmentidos. Primero hubo un detenido paquistaní del que ahora no sabemos nada. Ahora tenemos a un yihadista al que no podían expulsar porque Túnez no lo reconocía como ciudadano suyo. ¿Dónde queda la unidad contra el terrorismo de la que todos hablan?”, pregunta Alfred ante el bombardeo de noticias.
EFE / Foto: Referencial