Cerca de la ciudad iraquí de Mosul, un pueblo desenterró los fusiles para expulsar al Estado Islámico. En la aldea de al lado en cambio no se oye ni un ruido: los yihadistas obligaron a casi todos los habitantes a seguirlos tras masacrar a los jóvenes.
“Somos el primer pueblo que se liberó a sí mismo de los terroristas”, aseguró, orgulloso, Yasin Ahmed Ali, uno de los heridos por el grupo rebelde.
Una población ubicada en el valle del Tigris, a 30 kilómetros al sur de Mosul, expulsó al Estado Islámico antes de que llegaran las fuerzas de seguridad que participan en la ofensiva contra “el califato”.
“El 17 octubre, un grupo de terroristas llegó con una lista de personas para ejecutarlas. Aquí, pese a dos años de ocupación, nadie quiso jurarles lealtad y saben que muchos habitantes han trabajado en los servicios de seguridad”, explica Abu Ghanim Al Juburi, de 48 años.
“Sacamos las kalashnikovs que habíamos enterrado. ¡Abrí fuego y herí a un terrorista!”, cuentó muy satisfecho.
Sin embargo, el enfrentamiento entre el grupo rebelde y los habitantes dejo un ciudadano muerto.
“Dejaron su cuerpo en medio de la calle para disparar contra los que fueran a buscarlo”, aseguró Al Jaburi.
Después de horas de tiroteo, los yihadistas huyeron. Las fuerzas de intervención rápida de la policía llegaron al anochecer y mataron a los rezagados.
En los alrededores del pueblo se pueden ver casas en ruinas y corazas de coches calcinados.
Iveth Villalobos / EV Houston / Foto: EFE