CUMANÁ, Venezuela. Hace unos meses, personal médico del Hospital Universitario de esta ciudad del este de Venezuela ayudó a dar a luz a dos bebés prematuros que necesitaban incubación. No obstante, debido a la escasez que castiga al país, el hospital tenía sólo una incubadora en funcionamiento. El equipo médico tuvo que tomar una agonizante decisión: pusieron al más fuerte de los dos bebés en la incubadora; el otro falleció pocos días después.
Escenas como esas ocurren a diario en este país en crisis. En los primeros cinco meses del año —el más reciente lapso del que hay cifras oficiales disponibles—, 4.074 bebés murieron en Venezuela antes de cumplir un año, 18,5% más que en el mismo período del año pasado y 50% más que en igual lapso de 2012.
La mortalidad infantil aumenta rápidamente en Venezuela, mientras cae en casi cualquier otra parte del mundo, una de las señales más alarmantes de la descomposición de las estructuras sociales y estatales de Venezuela.
“Creo que representa un problema social muy grave, donde las funciones básicas de gobierno se están descomponiendo”, dice Janet Currie, economista y experta en mortalidad infantil de la Universidad de Princeton.
La tasa total de mortalidad infantil de Venezuela, definida como muertes en el primer año de vida, es actualmente de 18,6 por cada 1.000 nacidos vivos, de acuerdo con las más recientes estadísticas del gobierno. La cifra está muy por encima del extremo superior del rango que Unicef estima para Siria, un país en guerra, de 15,4.
La tasa de muertes infantiles en Venezuela sigue siendo significativamente menor que en los países más pobres del mundo, como Sudán del Sur y Congo, pero aumenta rápidamente mientras que en esos países ha estado cayendo.
Venezuela fue en un momento considerada un modelo de atención de salud en América Latina. Sin embargo, la escasez de moneda fuerte, provocada por los bajos precios del petróleo y años de mala gestión económica, ha provocado la falta de casi todo.
Las estadísticas sobre la mortalidad infantil en Venezuela son difíciles de conseguir debido a que el gobierno ya no las reporta periódicamente. Los médicos de los hospitales estatales, donde nacen la mayoría de los bebés, a menudo son sancionados o amenazados con la pérdida del empleo por hacer públicos los datos. La grave situación del sistema de salud —otrora uno de los pilares de la llamada revolución popular— se ha vuelto un secreto de Estado, con guardias armados que vigilan los establecimientos de salud y expulsan a los periodistas que logran entrar.
En septiembre, los venezolanos se indignaron ante fotos de recién nacidos en cajas de cartón en la maternidad del hospital estatal Domingo Guzmán Lander, en el estado Anzoátegui. El gobernador del pobre estado costero dijo que las cajas eran sustitutas de las incubadoras, añadiendo que los voluntarios podían decorarlas.
Los hospitales carecen a veces de agua potable y desinfectantes y, a menudo, de antibióticos y leche de fórmula para bebés.
Rosa Ángela Lara, de 18 años, tuvo en abril un niño saludable de tres kilos. Días más tarde, después de que manchas de un color púrpura azulado comenzaron a extenderse por su cuerpo, el bebé murió de una infección agresiva que se había propagado por todo el Hospital Universitario Antonio Patricio de Alcalá, en Cumaná.
“¿Cómo pueden decir que estaba bien y luego, de repente, ya no lo estaba?”, dijo entre lágrimas Lara, una estudiante universitaria.
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Tomado de WSJ – www.lat.wsj.com/ / Foto: Referencial