Alemania y Argentina se enfrentan hoy por tercera vez en una final de un Mundial de fútbol, tras haberlo hecho en México’86, cuando la selección albiceleste de Maradona se impuso por 3-2, mientras que en Italia’90, los germánicos se tomaron la venganza al ganar en el Olímpico de Roma por 1-0.
Se trata de la primera final que juega Alemania después de perder la de 2002 en República de Corea y Japón contra Brasil, mientras que los argentinos rompieron una sequía de 24 años sin disputar el partido más decisivo del mundo del fútbol el miércoles tras eliminar a Holanda en la tanda de penales de la semifinal.
En un escenario inmejorable, el Maracaná de Rio de Janeiro, templo del fútbol brasileño, Alemania buscará su cuarto título mundial tras los de 1954, 1974 y 1990 y hacer buena su condición de favorita en el partido y en el torneo.
Con el Maracaná como mítico escenario, Alemania y Argentina se enfrentan hoy por la corona que dejó vacante España, un título mundial que puede refrendar la idea del juego alemán o consagrar a Lionel Messi junto a los más grandes de la historia, si triunfa la Albiceleste.
Para los alemanes, el título significa la culminación de un proceso que comenzó hace diez años, cuando entre Jürgen Klinsmann y Joachim Löw se propusieron cambiar un modelo basado en el físico que, a fuerza de repetirse, se había quedado anquilosado.
Con Löw al mando después del Mundial del 2006, Alemania ha sido puliendo su juego, mostrándose como un equipo atractivo, pero sin títulos, que siempre chocó con la hegemonía de España.
Tras la temprana abdicación española, Alemania está ante su gran oportunidad, pero sin margen de error, porque después de vapulear a Brasil (1-7) se le exige el título.
Para Argentina, la final supone el regreso a lo más alto, veinticuatro años después de su última presencia, en Italia y frente al mismo rival, y la confirmación de muchos de los jugadores que ya apuntaron alto con la conquista del título sub’20.
Y luego está Messi. Ganador de todo con el Barcelona, al mejor jugador del siglo XXI se le ha negado el acceso al Olimpo mientras no conquiste un título mundial. Debía hacerlo, además, como lo hizo Maradona, cargando sobre su pequeño cuerpo con el peso de todo el fútbol de su selección.
Messi, ausente en todo el tramo final de la temporada europea, aceptó el reto y durante toda la primera fase fue el faro que condujo a Argentina a la siguiente ronda. Pero su juego se ha ido apagando y llega a la final de nuevo envuelto en dudas, tras una gris actuación ante Holanda, que supo cómo desactivarlo.
Siempre se le espera, sin embargo, y eso infunde temor en el rival y alimenta la expectativa de su propio equipo.
Un minuto de Messi puede valer un título.
Y mientras Argentina aguarda el regreso del “messías”, es el turno de los secundarios que han sostenido al equipo, del carácter de Javier Mascherano, el líder albiceleste, o de la pujanza de Ángel di María, que ha forzado la recuperación de su desgarro muscular para disputar el partido más importante de su carrera.
En caso de que el madridista no llegue a tiempo, Ezequiel Lavezzi regresará al conjunto titular de Alejandro Sabella.
En Alemania, la preocupación es Mats Hummels, uno de los mejores centrales del torneo, que arrastra molestias desde la primera fase y que tendrá que medir su respuesta frente a la velocidad del ataque argentino.
Obligado a llevar la iniciativa, el conjunto alemán sabe que no encontrará tantos huecos como contra Brasil, donde por un error táctico de Luiz Felipe Scolari, los de Löw se hicieron con el control del centro del campo.
Probablemente, Löw repetirá con Philip Lahm en el lateral, para acomodar en el centro del campo a Sami Khedira, uno de los más destacados en el ‘Mineirazo’, y a Miroslav Klose en la punta.
La opción del máximo goleador de la historia de los Mundiales, le da Alemania más llegada con su potente segunda línea, en la que Thomas Müller y Toni Kroos le han arrebatado el protagonismo a un desconocido Mesut Özil.
Alemania contará con el apoyo de los brasileños, obligados a elegir entre el equipo que los humilló (1-7) o el máximo rival histórico, pero Maracaná será un olla albiceleste.
De la respuesta alemana, del regreso de Messi o de la irrupción de alguno de los ilustres secundarios argentinos depende algo más que un título mundial; la consagración de la era Löw, el legado de Alejandro Sabella, que ha dejado pistas de querer dejar el cargo, o la gloria de Messi.
EFE/Xinhua / Foto: Archivo