
Dulce Salas Pereira
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@zonadereflexion
Otra reflexión útil e importante que se debe hacer a lo largo de la vida es la referente al control de las emociones propias y ajenas.
Las emociones son estados afectivos que modifican de manera momentánea las estructuras psicológicas y físico-químicas del individuo. La tristeza, la ira, el miedo, el amor, la alegría y el asco son conocidas como las emociones principales que experimenta el ser humano de donde se desprenden las demás.
Aprendemos en la infancia a expresar las emociones pero, en la adultez, además de usar las normas asimiladas, seguimos modificando la expresión de estas emociones de acuerdo a las personas y situaciones que afrontamos en concordancia con aquello que nos fue y es permitido.
Muchas veces hacemos responsables a otros de nuestras emociones. Frases como “tú me haces rabiar”, “por tu culpa me siento triste”, “tú hiciste que te pegará”, “ustedes son mi alegría”, “sin ti no encuentro el amor”, son solo algunas de las locuciones que se desprenden del repertorio lingüístico de muchas personas y que pretenden inculpar a otros por algo que no les corresponde.
Tomar control de lo que pensamos, sentimos y de nuestro comportamiento es el primer paso para lograr una autonomía psicológica y emocional que suele sorprender a aquellos que han vivido “a merced de los demás”, al otorgar el control de sus emociones como quien cede el control de la televisión para que otro coloque el programa o la película que quiera.
Si imaginamos entonces que el control de las emociones es como ese dispositivo de la tele, si a cada tecla le colocamos una emoción en vez de un canal, es útil entender que ese aparato debe estar siempre en nuestro poder, no tirado por ahí, desprotegido o en manos de otros. Es un control que debe guardarse con el teclado hacia nuestro pecho, no hacia afuera donde cualquiera pueda activarlo.
Ya urge dejar de culpar a otros por las emociones propias, también de los pensamientos y acciones que se desprenden de nuestro ser. Sólo así podremos vivir lo que nos corresponde, hacer responsables a otros de lo suyo y contribuir activamente con la educación de los niños y adolescentes para que, en su momento, sean más responsables de sí mismos.
La reflexión de hoy: ¿Dónde se encuentra el “control” de tus emociones?
Abraham Puche / El Venezolano / Foto: Archivo