
Yo soy papá, como muchos de ustedes. Dicho esto, una de las cosas que a mí más me preocupa es la educación de mis hijos. Me persigue una pregunta: ¿Estamos preparando correctamente a nuestros hijos para la vida? ¿Estamos ofreciéndoles las herramientas necesarias, no para ser exitosos sino para ser felices?
Es un hecho es que el mundo está cambiando cada vez más y más rápido y mientras nosotros – los padres – tratamos de adaptarnos lo mejor posible, nuestros hijos se encuentran a merced de un entorno hostil y difícil.
Una investigación hecha en los Estados Unidos reveló que, en promedio, un niño entre 7 y 12 años está frente a una pantalla cerca de 40 horas a la semana. Ese mismo niño, en promedio, disfruta de solo 38 minutos de conversación con sus padres durante el mismo periodo de tiempo.
Una de las principales necesidades del ser humano, especialmente en la niñez y la adolescencia, es encontrarle un sentido o razón a la propia existencia. Es la búsqueda del “¿por qué estoy aquí?”. Este significado o sentido en la vida es lo que nos inspira a soñar, planear y realizar. Son los valores, morales y creencias que nos inculcan nuestros padres la base de los conocimientos clave que nos guían a tomar, más adelante, decisiones correctas y sanas.
Si dentro del núcleo familiar el adolescente no encuentra un significado a su vida se sentirá solo e incomprendido. En su soledad puede encontrar increíblemente atractivo el buscar “pertenencia” y aceptación en otros medios o actividades que podrían ser muy peligrosos para él.
Es un hecho que la estructura familiar ha cambiado. En la actualidad, las exigencias de nuestro sistema nos han llevado como adultos a trabajar más y por más horas. Entonces: ¿Quién educa a los niños? ¿Qué sucede si los responsables de inculcar valores y creencias en las mentes de los niños están ausentes en casi la totalidad del tiempo? ¿Acaso Netflix, Hulu, YouTube, Snapchat, Instagram, los videojuegos y la calle han pasado a adoptar este papel? ¿Acaso es responsabilidad de los colegios el llenar este vacío?
Si un niño tiene bases sólidas y buenos filtros será capaz de clasificar y analizar la información que le llega por parte de “las pantallas” y la calle, y sabrá tomar las decisiones adecuadas basadas en una escala de valores bien afianzada en el respeto y en el cariño. Pero ese respeto y cariño tienen que ganarse y el precio que hay que pagar es tiempo.
Hay que invertir en más horas de conversaciones y actividades en familia a la semana y menos horas individuales de pantalla. ¿Qué tipo de influencia quieres ser en la vida de tus hijos? ¿Cómo quieres que sea su futuro? ¿Qué palabras y adjetivos le vendrán a la mente a tus hijos al escuchar tu nombre una vez que tu te hayas ido?
Atrévete a entrar en su mundo, escúchalos y comparte con ellos tu tiempo. Ellos te lo agradecerán y encontrarán un sentido en su vida gracias a tu influencia. Si no lo haces lo buscarán afuera, en las calles, en las pantallas, donde pasa todo lo que ves en las noticias.
No sé qué pensamientos te vienen a la mente al momento de la muerte, pero qué bonito sería morir con el recuerdo del “te quiero” sincero de tus hijos y la satisfacción de saber que en sus vidas, como hombres y mujeres de bien, seguirás vivo. ¿Acaso esa sensación no sería algo que pudiéramos llamar éxito?
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Franco Soldi – Coach motivacional y conferencista internacional / Foto: referencial