
Francisco entró en el campo caminando despacio, para luego trasladase al campo de exterminio Birkenau, donde los nazis asesinaron a miles de personas en cámaras de gas.
El papa oró en silencio por al menos 15 minutos antes de reunirse con los sobrevivientes de este campo, a quienes saludó uno a uno estrechándoles la mano y besándoles la mejilla.
Al cabo de unos minutos, el pontífice llevó un cirio blanco hasta el Muro de la Muerte, donde se ejecutaba a los prisioneros.
Sin embargo, al poco tiempo, Francisco se arrodilló y volvió a orar, pero esta vez en la oscura celda subterránea donde estuvo retenido san Maximiliano Kolbe, un fraile polaco católico que sacrificó su vida durante la guerra para salvar la vida de otro hombre.
Los invitados, entre ellos sobrevivientes del campo y polacos cristianos que salvaron a judíos durante la guerra, se mantuvieron de pie en señal de respeto a Francisco.
El papa Francisco se convirtió en el primer papa que visita Auschwitz sin haber vivido la II Guerra Mundial en Europa.
Sus dos predecesores tenían una conexión personal con el lugar.
Recordemos que Juan Pablo II era de Polonia y fue testigo del sufrimiento que vivió su país bajo la ocupación alemana. Y Benedicto XVI, que visitó el campo en 2006, era alemán y en su adolescencia formó parte durante un tiempo de las Juventudes Hitlerianas.
El Vaticano y las autoridades de la Iglesia polaca señalaron que el papa Francisco meditaría y expresaría su pesar en silencio, pero aún así, expresó sus sentimientos de forma escrita.
En el libro de invitados de Auschwitz escribió: “¡Señor, ten piedad de tu pueblo! ¡Señor, perdón por tanta crueldad!”.
Iveth Villalobos / EV Houston / Foto: EFE