crédito foto: www,tollebild.com
Los resultados de un equipo humano sean en la familia, el trabajo, el deporte, la iglesia, la orquesta, la cámara de comercio o la asociación profesional, dependen de la capacidad de ese equipo de alinearse intelectual, emocional y conductualmente para que sus acciones sean coordinadas y coherentes con su estrategia y filosofía.
Es decir, que lo que hagan esté alineado con el plan trazado y con los valores acordados y socialmente aceptados.
Liderazgo se define, según Ralph Stogdill (1974), como la capacidad que tiene una persona para desarrollar y mantener una estructura de roles y una dirección hacia una meta, necesaria para el desempeño del equipo humano que lidera.
Peter Northouse (2016) define liderazgo como un proceso en el cual un individuo influye en un grupo para que juntos logren una meta común. Para nosotros, el liderazgo es la capacidad de mover la cabeza, corazón y cuerpo de quienes hacen equipo con nosotros para lograr una misión y hacer realidad una visión.
Pero crear y mantener una estructura y una fluidez de comportamientos, influir en la manera de actuar de otras personas y poder lograr mejores objetivos que los que se alcanzarían independientemente, demanda un trabajo personal por parte de quien va a asumir el desafiante rol de mover a otros, de influir en otros.
En nuestra experiencia como emprendedores y ejecutivos de pequeñas, medianas y grandes empresas hemos sido testigos de prácticas constructivas y destructivas de liderazgo. Hemos aprendido, no solo de observar como otros ejercen influencia para lograr objetivos comunes, sino, de vivir nuestros propios aciertos y desaciertos, permitiéndonos afirmar que el mejor líder de otros es aquel que es capaz de liderarse a sí mismo.
Cristopher P. Neck, de la Universidad Estatal de Arizona, y Charles C. Manz, de la Universidad de Massachussets – Amherst, afirman en su libro “Mastering Self-Leadership” (2013) que todos tenemos la capacidad de liderarnos a nosotros mismos, de influir sobre nuestra conducta y perfilar nuestros comportamientos en la mayoría de las situaciones que diariamente vivimos.
Pero Neck y Manznos desafían al afirmar que el poder liderarnos no significa que sepamos hacerlo. ¿Qué hacer?, ¿Cómo liderar-se para liderar-les?, ¿Cómo ser un maestro de nuestros pensamientos, sentimientos y comportamientos para poder influir en lo que otros piensan, sienten y hacen? Una respuesta está en aprender a aprender, a pensar, a emocionar y a actuar.
Estos aprendizajes determinan cuánto y cómo podemos influir en otros para cumplir compromisos impecablemente, resolver problemas, aprovechar oportunidades y hacer realidad sus sueños. Para auto-liderarse, sugerimos hacerse maestros de tres dominios básicos:
- Cognición (Cabeza): En este dominio está el cómo pensamos y aprendemos. Los pensamientos influyen en nuestros sentimientos y comportamientos. Leer frecuentemente, investigar, ejercitar la lógica y creatividad, analizar problemas complejos, debatir puntos de vista, jugar ajedrez y “go”, pintar, escribir, tocar piezas musicales, hacer mapas mentales y desafiar la memoria, nos ayudan a lograr maestría intelectual.
- Emoción (Corazón): Emociones y sentimientos están en este dominio, que busca identificar nuestras emociones y regular nuestras reacciones. Las emociones influyen en los pensamientos y comportamientos. Auto-conocerse, auto-regularse, conocer y observar a otros, elegir maneras efectivas de interactuar con otros, moviéndose de emociones tóxicas (ira, miedo y tristeza) a emociones nutritivas (amor, alegría y gozo) nos permiten alcanzar maestría emocional.
- Conducta (Cuerpo): Este dominio está integrado por movimientos, gestos, posturas y acciones. Contiene nuestra capacidad para ejecutar y llevar a la práctica lo que pensamos y sentimos. Cuidar la postura y lenguaje corporal, hacer ejercicio, practicar yoga y tai-chi, así como planificar, organizar, coordinar, procurar recursos y practicar acciones éticas, económicas, efectivas y ecológicas nos llevan a desarrollar maestría conductual.
Aprender a usar la cabeza (cognición), el corazón (emoción) y el cuerpo (conducta) nos ayudan en el proceso de auto-liderarnos, creando consistencia entre lo que pensamos, decimos, sentimos y hacemos. Movernos internamente hace que otros aprendan a moverse para mover a aquellos con quienes hacen equipos. El presente y futuro de nuestras familias, organizaciones y comunidades depende de esto.